En la vida, el ser humano tiene que enfrentarse a unos cuantos altibajos y barreras en su camino hacia la felicidad. Algunos experimentarán un replanteamiento de sus vidas. Llega un día y no sabemos cómo llegó hasta nosotros, sobre todo cuando este replanteamiento se convierte en depresión o crisis de los treinta. Y es lo que le pasó a Lucía.
La crisis de los treinta o como ver a amigos y familiares de una edad parecida a la tuya conseguir lo que tú siempre has deseado, aunque sea algo demasiado normal y muy poco original.
Llegar a esta edad y ver que no has conseguido encontrar las cosas con las que habías soñado cuando eras más joven, puede ser algo muy difícil de asumir y puede desencadenar en esta crisis emocional.
La mayoría de las personas que te rodean, que estudiaron contigo en la universidad o primos más jóvenes que tú y que acabaron sus estudios hace poco ya encontraron un trabajo, generalmente el trabajo que siempre habían querido tener. También algunos de ellos, ya se casaron o tuvieron hijos. Y tú, a punto de cumplir los treinta, o esta edad ya cumplida, no tienes nada de eso. Sigues luchando por encontrar algo que te permita vivir dignamente, un trabajo fijo que te apasione, un trabajo que te dé ganas de levantarte todas las mañanas y seguir intentando cumplir con tus sueños. Pues sí, si trabajas, ganas dinero y con este dinero, te puedes permitir algunos caprichos y poder construir tu vida: casarte con la persona de tu vida, tener hijos, viajar si es posible, tener actividades de ocio... Pero sin trabajo y por lo tanto dinero, pierdes las ganas por quedarte bloqueada en una situación que te parece estancada para siempre. Como bien sabemos, el dinero no da la felicidad pero ayuda a conseguirla.
Y llega el momento en que te preguntas: ¿por qué seguir luchando?, ¿por qué intentarlo una y otra vez para siempre tener los mismos resultados?. En el caso de Lucía, es verdad que ha podido trabajar en empresas en las que se sentía muy bien, realizada y a gusto con lo que hacía. Hasta ahora se pueden contar fácilmente con los dedos de una sola mano. Por culpa de la crisis y de las pocas demandas, fueron contratos muy cortos. Y a veces, se dice, que no tendría por qué quejarse: es extranjera en un país extranjero que sufre problemas económicos y que hay personas que están en el mismo caso que ella o peor, y que en este caso, podría plantearse volver a su país. Como se dice, el césped siempre parece más verde al otro lado de la valla. No obstante, muy a menudo nos equivocamos.
Crecer en un país distinto, con una cultura distinta y una visión muy concreta de lo que tiene que ser la vida de un joven a los 25 años (emanciparse, tener trabajo y proyectos) no facilita las cosas cuando al final decidiste en su día marcharte y vivir en un país extranjero.
Cuando la situación parece estancada, llega el momento en que te planteas aprovechar esta crisis para cambiar, volver a empezar, hacer otra cosa que te permita desbloquear la situación. ¿Y si llegara el momento de volver a tu país de origen? ¿Y si llegara el momento de plantearte volver a formarte para poder encontrar un trabajo en otro ámbito? ¿Y si llegara el momento de decidir en volver a marcharte y cambiar de ciudad o de país y abrir nuevos horizontes? Y unas cuantas preguntas más, que si nos ponemos a enumerarlas todas, nunca acabaríamos.
El problema es cuando te sientes incapaz de hacer otra cosa de la que estás acostumbrada en hacer o te sientes incapaz de poner en marcha cualquier proyecto por culpa del miedo y la incertidumbre.
Cualquiera puede sufrir este tipo de crisis por diferentes razones y la ayuda del entorno y de personas comprensivas es importante. No estás solo pero cuando parece que la gente que te rodea no parece entenderte o no puede ayudarte con esta situación, es difícil.