La Gran Suiza ( y IX)

El sabor suizo en el corazón de Europa

Ubicado en un típico chalet suizo del siglo XVII, el Restaurante La Fromagerie es el lugar que todo el mundo debería visitar para llevarse esa estampa tan suiza que todos tenemos en mente.




La gran casona de montaña con unas vistas maravillosas y rodeada de un silencio total, la estupenda cocina de los Alpes, variada y llena de sabores, la elaboración del queso delante de nuestros ojos, un museo de costumbres y objetos históricos...
Pero vayamos por partes.
Lo primero es el edificio, dividido en dos partes bien diferenciadas. En la planta baja el restaurante, la tienda y la fábrica de queso, en la alta un precioso museo costumbrista.




Todo el local, como la casona, está levantado y decorado al más puro estilo suizo. Maderas, porcelanas, flores, cintas, cencerros... no falta nada para lograr el ambiente más puro del país alpino. El restaurante es muy amplio y realmente acogedor, sobre todo en su parte central, donde junto a la cocina se prepara de manera artesanal el queso típico de Leysin.


Mientras esperamos para sentarnos, podemos ver el proceso de elaboración que se lleva a cabo por la tarde, a partir de las 18:30 y la lleva a cabo por el maestro quesero. Primero calienta durante 30 minutos la mezcla de leche y suero de cardo alpino, para que vayan solidificándose sus componentes. Una vez conseguido, se extrae esa materia granulosa y se le quita todo resto de líquido. Luego se pasa a un molde donde descansará un tiempo determinado, dependiendo de el tipo de queso que se quiera conseguir.






En el local, como en toda la región, se elaboran tres tipos de queso: el Leysin duro o curado, el Leysin semiduro o semicurado y el Serac que es un queso fresco que se consume un par de días después de fabricado y que a diferencia de los otros se coagula con vinagre de vino blanco mezclado con agua. Es muy sabroso si se espolvorea con finas hierbas y un poco de sal.



Ya nos sentamos a la mesa y tenemos que elegir entre una variedad de platos que incluye carnes, pasta, ensaladas, patatas y como no, el omnipresente queso.
Nos decidimos por varios platos que nos aconseja Madeleine Vagniéres, la propietaria del local y que resultaron ser un acierto.




Para abrir boca una aperitivo de Serac con hierbas, para pasar luego a una deliciosa crema de clabaza con nata fresca, continuar con una buena ensalada de lechuga, remolacha, cebollino y patatas, otra con la misma base pero añadiendo semillas de calabaza y girasol, para pasar a los platos fuertes, un exquisito y jugoso entrecot de ternera en su punto con patatas fritas, un plato enorme de patatas a la suiza, es decir fritas y cubiertas de queso fundido para acabar con unos penne alla carbonara suaves y muy sabrosos.








Llegados a este punto era imposible, literalmente, que entrara el postre, así que lo dejamos para otra ocasión.
Para hacer la digestión de tan estupenda pero pesada comida, dimos un paseo por la tienda, donde se vende queso hecho en el mismo local, vajilla suiza de porcelana de Langenthal, recuerdos de madera, caramelos suizos de hierbas hechos por el maestro quesero y salchichas de la región.




Para el final dejamos la visita al precioso museo donde numerosas piezas reproducen la vida en los chalets alpinos y muestra elementos que uno podía encontrar en la época.
Así podemos disfrutar de cerca de una carpintería con todos los instrumentos para trabajar la madera, una sala dedicada a los deportes de montaña como el Bobsleigh, el esquí alpino o el patinaje sobre hielo, otra a las máquinas (lavado, costura, impresión), varios uniformes militares y vestuario campesino, juguetes y la recreación de una casa completa al estilo de los Alpes.
La reciente restauración sacó a la luz la madera original, lo que le da un valor añadido a los objetos que celosamente guarda su propietaria para disfrute de los afortunados clientes de la preciosa Fromagerie. Sin duda un "must" en la región suiza de Vaud.

Deliciosa fondue...y más.
No es un restaurante fácil de encontrar, ni tiene la virtud de aparecer en las guías de los mejores restaurantes de Lugano. Pero mejor así, porque es la mejor manera de mantener un secreto.




Desde luego que no hubiéramos sabido de su existencia a no ser por el recepcionista del hotel Ibis, que amablemente nos lo recomendó, diciéndonos que era una mezcla entre comida suiza e internacional, pero que sin duda propios y extraños se peleaban por conseguir mesa en un restaurante que se precia de tener una de las mejores fondues de Suiza.
¡Y vaya que si la fama es merecida!. ¡Orgullosos pueden estar de su cocina!.




Aunque quizá deba empezar por el principio, cuando salimos del hotel y nos subimos al coche, con mucha hambre para durante diez minutos conducir por una serpenteante carretera que trepa las colinas de Lugano que es donde se esconde Il Giardino.
Al llegar, una casa de estilo italiano con toques suizos y un gran, cuidado y precioso jardín nos reciben en el calor de la cocina para ofrecernos platos muy suculentos y apetitosos. Como siempre, nos dejamos aconsejar por el camarero. Y muy bien aconsejados.




Teníamos sed, así que para estimular los jugos gástricos nada mejor que una helada y refrescante cerveza suiza.
Al momento empezamos a recibir los platos que habíamos elegido entre una enorme variedad que incluía platos de pescado fresco y ahumado, carnes de ternera y vaca, todo tipo de pasta ( por la proximidad e influencia de Italia) y patatas, ricas carnes a la barbacoa, ensalada de todo tipo que permitían infinitas variaciones y combinaciones, pizzas, raclette, marisco y hasta carne de león marino y....paella! Esta última la vimos pasar y no tenía mala pinta, pero como en casa, la paella en ningún sitio.
Volvemos a la mesa a recibir nuestra comanda.

Empezamos por unos riquísimos Housemade Giant Stuffed Ravioli gigantes caseros rellenos de queso fresco, espinacas y con una estupenda salsa de mantequilla y salvia, continuamos con una exquisita pasta con salsa de brécol, aceitunas negras y gambas, para acabar con el plato fuerte, una contundente y sabrosa fondue con tomate y pimentón donde empapar unos enormes y crujientes pedazos de pan fresco.


Como suele ocurrir en estos festines, no había sitio para más, ni siquiera para un helado, así que nos fuimos al hotel con el estómago lleno y la satisfacción de saber que habíamos comido la mejor fondue de Suiza.

Murallas y castillos
Bellinzona es conocida por sus castillos, creados durante la Alta Edad Media por los italianos para frenar los continuos avances y embistes de la Confederación. La ciudad es tan consciente de la importancia de sus fortificaciones que ha sabido mimarlas y conservarlas, y esto ha hecho que la Unesco la premie declarándolos Patrimonio de la Humanidad.




Pero Bellinzona es más que eso. Es abrirse a nuevos horizontes, aprender del pasado, de las huellas y los vestigios. de los monumentos que ha dejado la larguísima historia de la ciudad, latente en esas fortificaciones pero también en los museos, las iglesias y como no, en las calles de un casco antiguo que nos regala a cada paso un suspiro, un soplo de aquellos tiempos de luchas y conspiraciones.




Las grandes mansiones, las enormes y oscuras iglesias, los patios restaurados y mil veces usados, las fuentes y los monumentos, las torres de rabiosa inspiración italiana, el impresionante ayuntamiento rodeado de casas burguesas, con balcones de hierro y los restos de antiguas posadas y caballerizas.

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