La Gran Suiza (VII)
¡Vaya aventura! Es de esas cosas que dices: las hago ahora o nunca. Como subir en helicóptero en Nueva York, o en globo sobre las ruinas de Bagan en Birmania.
Por eso, la experiencia de subir al Monte Pilatus en tren cremallera no se iba a quedar entre mis cosas pendientes, y aunque no fue precisamente barato, unos 57 euros el trayecto de subida y bajada, los pagué con mucho gusto, porque sabía que iba a disfrutar cada céntimo que costaba.
Así que fuimos en coche hasta la estación desde donde salía el tren, al pie mismo del monte, y tras comprar la entrada hicimos una pequeña cola de unos 10 minutos. Los vagones, restaurados y conservados perfectamente, aunque algunos son copia de los originales, tienen cabida para unas 40 personas solamente, por lo que recomiendo ir muy temprano en los meses de verano. Así que una vez instalados empezó la aventura.
La ascensión es lenta, pero nada aburrida. Muy al contrario, nos permite ver un aperitivo de los paisajes que vamos a contemplar desde la cima del Pilatus y sobre todo entender el funcionamiento de este sistema que sube un desnivel de 48º, a una altura de 2132 metros durante más de 4 kilómetros y medio. Toda una proeza.
Mientras subíamos investigué el sistema sobre el que ya había leído antes del viaje.
Al parecer, los sistemas convencionales del momento no podían superar los enormes desniveles de la montaña, por lo que tuvieron que devanarse los sesos y encontrar una solución. Hasta que dieron con el sistema de cremallera.
Así inventaron el tren de rueda dentada, equipado con uno o varios piñones, que se acoplan perfectamente a un carril que también lleva sus lados dentados. y que son los que consiguen que el vagón literalmente "trepe" por la empinada montaña y que se frene al bajar de manera uniforme.
En un principio, la maquinaria se movía a vapor, aunque en la actualidad lo hace con energía eléctrica de origen ecológico.
Y mientras disfrutaba del paisaje, y admiraba a los que habían conseguido la proeza de permitirnos subir hasta la cima del monte, veía cómo avezados caminantes hacían el camino...a pie! No pude por menos que admirar su valor y resistencia, sobre todo porque el camino es largo aunque los ingenieros lo hayan hecho en zig zag para evitar un cansancio continuo por lo empinado de la subida.
Mientras tanto yo iba en el vagón, cómodamente sentado, disfrutando de las vistas y esperando a llegar a la cima para disfrutar de una jornada en el monte Pilatus. Ya se sabe que hay muchos tipos de viajero...
La belleza de suiza
Quizá sea la montaña perfecta. Puede que para los montañistas que busquen emociones fuertes y escarpadas cimas que escalar sea sólo un pequeño parque de atracciones sin mayor atractivo que las vistas que se disfrutan desde arriba.
Pero para los viajeros y turistas, es la montaña por antonomasia del sistema prealpino suizo, desde donde se puede observar los ríos, lagos, bosques, pueblecitos, ciudades y las enormes montañas que conforman Helvecia.
Belleza es decir poco. Es que lo tiene todo.
Surgiendo desde la orilla occidental del lago de los Cuatro Cantones, y llegando a su cima, el Tomlishorn a 2.132 metros, el macizo está de abajo a arriba cubierto por todos los tipos de flora alpina existentes en el país por lo que es delirio de placer para los botánicos profesionales y los aficionados.
Desde que se empieza a ver a lo lejos, hasta que se llega a la cima con el tren cremallera, el Monte Pilatus no deja de sorprendernos.
Cuando llegamos arriba, buscamos las vistas en los cuatro puntos cardinales, vamos del pico Essel al Oberhaupt, y de él al Chriesiloch para luego correr al Tomlishorn. Todos ellos nos regalan una imagen diferente, del norte, del sur, del este y del oeste.
Al final, si queremos protegernos de los fuertes vientos que a menudo azotan la montaña, podemos protegernos y disfrutar de una bebida caliente en la galería panorámica del Hotel Bellevue, o si el tiempo lo permite, y luce el sol, aunque haga un poco de fresco, tomar una cerveza y picar algo en la increíble terraza del Hotel Pilatus Kulm, arropados por una manta del ejercito suizo.
Por supuesto que para los que quieran pasar unos días en la cima, estos dos hoteles son el lugar perfecto para ello.
Y para el final he dejado la historia del nombre de la montaña.
Cuenta la leyenda que el cadáver del gobernador Poncio Pilato fué arrojado al Tíber y que tal hecho provocó una tormenta de propociones desastrosas que sólo cesó cuando se recuperó el cadáver y lo sacaron del río. Los romanos, entonces, mandaron el cadáver a las Galias y lo arrojaron al Ródano con el mismo resultado catastrófico.
Se decidió entonces hacerlo desaparecer en un lugar inaccesible y remoto y encontraron un pequeño lago en Helvetia cerca de la cumbre del Frakmünt, el Oberalp, que les pareció el sitio más adecuado para librarse de él. Naturalmente, esto no evitó que el espíritu de Pilato siguiese dando la lata y los naturales de Lucerna le hicieron culpable de todas las desgracias que venían del monte: desde la crecida del lago a las espectaculares tormentas. Incluso un Viernes Santo les pareció verlo sentado en medio del lago, vestido con su toga púrpura y con los cabellos grises al viento, del miedo que pasaron decidieron que al monte mejor ni mirarlo, cosa harto difícil porque se ve desde todos los sitios.
Así, hasta mediados del siglo XVI, cuando una expedición decidió acabar con la maldición y armándose de valor, subieron al monte, lanzaron pesadas piedras al lago, removieron las aguas y para asegurarse de que el espíritu de Pilato los iba a dejar tranquilos desecaron el pequeño lago y por si acaso, hicieron también un profundo tajo que impidiese bajar a Lucerna al espíritu del gobernador romano.
Ahora ya casi nadie recuerda la leyenda...Pero igual si subimos un día con algo de magia, podremos charlar con Poncio y hacerle algunas preguntas interesantes....
Fuente: este post proviene de Blog de ElVuelodeHermes, donde puedes consultar el contenido original.