La Gran Suiza (VI)
Nuestra primera parada es un maravilloso puente.
Quizá no me equivoque cuando digo que Lucerna tiene el puente de madera más bello y más famoso del mundo.
No, estoy completamente seguro.
Desde cualquiera de los ángulos que escojamos para admirarlo, la espléndida escultura se empeña en regalarnos su mejor perfil, su más hermoso rostro, su empaque medieval que parece desafiar a los siglos, a los fuegos y a las tormentas.
Símbolo absoluto de la ciudad, ha sobrevivido a todo tipo de desastres a lo largo de su historia, incluido el fuego que casi lo consume en 1993 y del que todavía quedan restos para que los visitantes puedan ver en que estado quedaron las pinturas tras el aparatoso incendio.
Es más antiguo que la Reconquista española, ya que data de la primera mitad del siglo XIV como parte de las fortificaciones de la ciudad y su nombre le viene de la capilla de San Pedro, que está muy próxima a una de las entradas del puente.
Sin embargo las pinturas no son tan antiguas, porque se añadieron en el siglo XVII e ilustra escenas de la historia de la propia ciudad y del país, incluyendo la biografía de los santos patronos de la ciudad, Leodegardo y Mauricio.
Bellamente adornado con flores y siempre en perfecto estado de conservación, estará para siempre unido a la Wasserturm o Torre del agua, que en su tiempo fue archivo, tesoro, prisión y cámara de tortura, ya que juntos constituyen el monumento suizo más fotografiado y sin duda de los mas hermosos.
Paseemos un poco por la ciudad..
Es realmente hermosa. Una ciudad que enamora desde que se pone el pie en cualquiera de sus calles o de sus plazas; desde que se navega en su lago o se reza en sus iglesias, desde que se compra en sus mercados o se disfruta en sus galerías de arte.
Lucerna es Suiza. La ciudad, el lago, las montañas. Tiene todo lo que puedas esperar de una ciudad única e incluso ofrece más de lo que puedes imaginarte: la más rabiosa vanguardia, los museos, los teatros, el maravilloso y elegante barroco que se une a un renacimiento con un toque muy suizo, con una libertad artística que se ve aún hoy en día en cualquier fachada de la ciudad, en los escaparates de las tiendas, en la manera de vestir de sus gentes, plenas de elegancia y clase...
Lucerna es un casco histórico original, de fachadas esgrafiadas y pintadas, de altas iglesias barrocas, de mercados llenos de color, de rincones únicos.
Lucerna es el Lago de los Cuatro Cantones, donde los amaneceres y los atardeceres son únicos e irrepetibles, donde navegar es un placer de dioses.
Lucerna es la carta de presentación de Suiza, su preciosa y bella cara al mundo.
La Colegiata e Iglesia Parroquial de San Leodegar
Con dos preciosas torres , que forman parte indisoluble del paisaje de Lucerna, un poco alejada de los circuitos turísticos aparece esta preciosa y elegante iglesia barroca.
Está edificada en una pequeña colina que la hace sobresalir entre las casas del barrio que la rodean y le dan un aspectos más preponderante, más teatral.
Entremos para disfrutar de los magníficos altares y adornos barrocos, góticos y renacentistas. Porque a pesar de tanta mezcla de estilos, el templo tiene una armonía, unas proporciones y un encanto realmente especiales.
Fijémonos por ejemplo en la delicada Piedad, que sobrevivió a un pavoroso incendio en 1633 y que constituye un ejemplo de la particular visión suiza del Gótico escultórico, ya que no son dos figuras solamente, sino que forman un grupo de 7. Una rareza.
Veamos también el altar principal, hecho en mármol blanco y gris con delicados detalles en alabastro de una elegancia total, o el fabuloso órgano que data de 1648 y que se considera entre los más grandes y pesados de Suiza.
No salgamos del templo sin acercarnos al Altar de la Asunción, sin duda el rincón más hermoso de la iglesia ya que el grupo de los Apóstoles que rodean a María en su lecho de muerte es de una belleza poco común.
Ya fuera, paseemos por los terrenos que fueron en su día propiedad del monasterio de San Mauricio y donde podemos ver los restos de la iglesia original que ardió en 1633 y que precedió a la actual.
Pero mi atención, como siempre, se desvía irremediablemente al cementerio... Allí yacen los restos de las grandes familias y personalidades de Lucerna, todos aquellos que tienen suficientes méritos o dineros para ser enterrados en el muy sagrado terreno del monasterio, que aún sigue siéndolo.
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