La Gran Suiza (III)

Sin duda alguna uno de los lugares del mundo donde parece haberse derramado toda la gracia creadora de la Madre Naturaleza es Suiza.




El país es una especie de tierra de promisión para todo tipo de senderistas con itinerarios preparados, senderos señalizados y muy bien cuidados que permiten realizar excursiones de gran interés paisajístico y ambiental.
Y quizá la zona que más contraste y belleza presenta sea ésta de Thal. Aquí, el equilibrio entre el hombre, la naturaleza, el paisaje y la economía es el eje de toda la región. Los extensos bosques y praderas del Parque Natural de Thal son el hábitat de varios animales y plantas en peligro de extinción, por lo que las autoridades han debido mantener su delicada armonía con una planificación prudente y el establecimiento de zonas de protección. El resultado salta a la vista. Unos paisajes que parecen sacados de una película romántica, una luz única y un contraste entre naturaleza y urbanismo de lo más ponderada.








La belleza del color de las hojas de otoño frente al verde de los pastos, las enormes casas- establo adornadas de flores, las suaves montañas que permiten que el sol se despida con un precioso atardecer..Esa es la mejor carta de presentación de este precioso enclave del cantón de Solothurn.









Después de hacer noche por el camino llegamos a la hermosa Basilea.






Mucha gente piensa erróneamente, al preparar su viaje a Suiza, que Basilea no vale la pena. ¡Error garrafal!
Esta preciosa ciudad, nos sólo sigue a Zúrich y Ginebra en población sino que es el único puerto del país a orillas del río Rin, lo que la convierte en uno de los centros de exportaciones del país y núcleo de grandes industrias farmacéuticas conocidas por todos como Roche o Sandoz.




El punto de encuentro de tres países es el enclave para el aprovisionamiento de materias primas de Helvecia. Esto es resultado de siglos de prosperidad económica y de una perfecta estrategia comercial que también trajo de la mano una espectacular tradición cultural y artística. No olvidemos que aquí estudiaron Erasmo de Rotterdam y Paracelso.
Con casi 40 museos, Basilea tiene la mayor densidad de colecciones del país, y también es la ciudad de los pequeños teatros, los musicales y los conciertos de música clásica.

Pero la vida de Basilea también está en el río. Pasear entre o sobre los grandes puentes que cruzan el Rin es uno de sus principales atractivos. Como lo es, para los amantes de las callejuelas, tal es mi caso, disfrutar de las pequeñas pero altas casas que forman uno de los cascos antiguos más bonitos y menos deteriorados de Europa. Al caminar por la Basilea vieja respiramos también el olor de las tradiciones, de todo lo que permanece en la poco cambiante Suiza, tan moderna pero tan apegada a sus tradiciones.
Puestos callejeros con quesos de intenso sabor o flores de mil aromas, la elegancia de las tiendas que nos tientan con su delicada mercancía, la Historia que pasea con nosotros por la ciudad....Todo eso y más es Basilea.






Una de mis recomendaciones al viajar a Suiza es el aparcamiento. En las grandes ciudades no perdamos ni un minuto en dar vueltas y vueltas buscando un lugar para aparcar.Es infinitamente mejor llegar, y con calma, elegir uno de los múltiples aparcamientos subterráneos para dejar nuestro coche.



Así, al salir uno puede encontrarse con rincones tan espectaculares como la Spalentor, en Basilea, uno de los tres únicos e impresionantes restos de la muralla medieval que defendía la rica ciudad allá por el siglo XIV.




Por uno de sus lados aparece austera, maciza y fuerte, con el escudo de la ciudad enfrentándose a los que venían en son de guerra o rapiña. Por el otro, los arquitectos que la levantaron quisieron darle un toque menos agresivo y más artístico, por lo que aunque las actuales son copias, ese lado aparece adornado con tres copias de estatuas originales de 1389 que representan a la Virgen y a tres de los profetas.




Lo que poca gente sabe, es que esta puerta, que sobrevivió al derribo por el crecimiento de la ciudad en el siglo pasado, nació después de un demoledor terremoto que prácticamente acabó con Basilea y que a punto estuvo de hacerla desaparecer del mapa para siempre.





Lo que si desapareció, desgraciadamente, es el foso que rodeaba la ciudad y que en este punto sólo podía ser atravesado por un puente levadizo que salía de la mismísima torre.



Frente a ella encontramos un pequeño pero curioso rincón, una restaurada fuente de origen medieval con todos los colores, formas y simbolismos de los hermosos surtidores suizos.




El ayuntamiento de Basilea.




Desde lejos ya llama la atención, con sus muros de arenisca roja y sus coloridas pinturas y frescos, tan brillantes y perfectas que pareciera que cada día las limpiaran a mano y retocaran cualquier mínimo desperfecto. Y digo pareciera porque a lo mejor es cierto que lo hacen. No sería de extrañar, ya que así es Suiza, perfeccionista y minuciosa.
Porque está claro que la ciudad tenía que dar esta imagen, tal como ahora, cuando allá por 1501 entró a formar parte de la Confederación Helvética. Aunque no siempre fue tan grandioso.




Diversas partes fueron añadidas paulatinamente al núcleo del Ayuntamiento original, como la torre, que en su momento creó gran controversia y fue motivo de discusión entre los gobernantes y los ciudadanos. La razón era un poco tonta, ya que la idea era hacer una torre muchísimo mas grande, al estilo de las italianas de Bolonia, para impresionar al resto de las ciudades de la Confederación y a los foráneos y comerciantes que llegaban a Basilea.




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