La Gran Suiza (II)

Y nos vamos despidiendo de Ginebra con un pequeño paseo.

























Y seguimos viaje pasando por Lausana. Allí encontramos la preciosa iglesia de Saint François que se esconde, no se si por tímida o por modesta. Lo cierto es que puedes pasar por su lado sin darte apenas cuenta, pensando que es una pequeña capilla, o una iglesia sin importancia.




Hasta que miras al cielo y ves su torre dominando el centro de la ciudad, el corazón del Bourg.
Y eso que lleva, como buen templo gótico que es, en el mismo sitio desde el siglo XIII, brillando en la actualidad tras una perfecta ( adjetivo nada extraño en Suiza ) restauración que la ha hecho aún más atrayente y atractiva.





Por fuera es recia, robusta, de contrafuertes bien plantados y con una torre campanario un poco más tardía, dos siglos, y una aguja de otros dos posteriores. Cuando la vemos por primera vez, nos extraña encontrar ese pequeño castillo en medio de la ciudad, pero luego la encajamos perfectamente y vemos como es el núcleo de su barrio, de su ciudad.
Entremos para deleitarnos con la nave única que como podemos ver en las paredes, fue aumentada en altura en siglos posteriores a su fundación, para darle más grandeza y para aprovechar y subsanar los daños de un incendio que casi la destruye por completo.




Desgraciadamente, de su brillante pasado franciscano poco queda, y menos aún del convento que un día fue.
No hay que culpar a nadie, pero el ejercito reformista del Oberland llegó como un vendaval y cerró monasterios y expulsó a las órdenes religiosas que los mantenían. Las iglesias fueron despojadas de toda su imaginería religiosa y ornatos con lo que limpia y desnuda se convirtió en la iglesia parroquial de la Ville Basse- (ciudad baja).




No hace falta recurrir a las leyendas para darle el empaque que el templo tiene, ya que por ejemplo, está históricamente probado que en 1664, John Lisle , un inglés ex magistrado del rey Carlos I, que había huido a Lausana, fue asesinado por los esbirros de los Estuardos dentro de la Iglesia, así que puede que incluso cuente con un fantasma. Fantasma que a lo mejor se sienta a descansar y ver pasar los siglos en la sillería que se conserva en el presbiterio y que data del siglo XIV. ¿ Quién sabe?







En la actualidad, sirve más de espacio expositor que de centro de culto y aunque nos choque, hay que reconocer que como pequeño museo no lo hace nada mal...
Recostada sobre el espacio que queda entre el lago Leman y las colinas que suavemente ascienden hasta casi tocar el cielo, la trabajadora y al tiempo lúdica Lausana, se abre ante nosotros como una preciosa flor alpina, fría pero hermosa, cercana pero orgullosa de su belleza.






Aunque muy suiza, de sus parques emana un ambiente mediterráneo que quizá haya servido como inspiración para los mejores cocineros del país, que han surgido de sus calles y plazas y han llegado al Olimpo de las grandes cocinas del mundo.

Aparte, Lausana es sede del Comité Olímpico, de una de las mejores universidades de Suiza, centro de congresos y meca de los amantes de la buena mesa...



Pero sobre todo es belleza y quietud. En el pintoresco casco antiguo se encuentra la tranquilidad de sus estrechos callejones, los agradables cafés y y las omnipresentes boutiques de moda.
Ya supieron de su elegancia los antiguos romanos, que fundaron sus cimientos, de su potencia económica, los artesanos y mercaderes que la eligieron como centro comercial, exiliados religiosos provenientes de todo el sur de Francia que contribuyeron a crear un notable desarrollo económico y cultural.
Basta pasear por sus calles para sentir su arquitectura, su distinción, su gracia y su estilo.




La Catedral de Notre Dame de Lausana, es, en sí misma todo un espectáculo de belleza ya desde lejos, como estandarte resistiendo con aplomo el paso del tiempo y de los siglos y con una joya única en toda Europa, que tras un largo periodo de restauración vuelve a brillar con todo su esplendor. Es el llamado " Portail Peint".
Pero vayamos por partes.





Un agradable paseo entre las callejuelas de la ciudad nos va subiendo, casi sin darnos cuenta, hasta lo más alto de la colina donde encontraremos el enorme templo que es la Catedral.
Al llegar a ella nos sorprenderemos un poco, porque no es el típico templo exento, separado de todo su alrededor buscando la impresión mediante la grandeza de los volúmenes. Parece más bien un conjunto de cubos que hayan sido pegados siguiendo un plan bien trazado.




Ya dentro, la catedral, valorada como la obra maestra más importante de la arquitectura gótica suiza, nos sorprende por la altura de sus arcos y la luz de sus ventanales, la serena elegancia de sus tres naves que ofrecen a la vista galerías desde donde en el pasado, los nobles de Lausana asistían a los Santos Oficios.


La sillería del coro, considerada una de las más antiguas de Suiza, el precioso y multicolor rosetón, la miriada de tumbas de obispos que tapizan el suelo, pero sobre todo la luz que dejan pasar las enormes vidrieras, son algunos de los pequeños atractivos que ofrece la iglesia.


Y digo pequeño porque lo realmente admirable es aquello que nombré en un principio, el "Portal" o Pórtico.
Orientado al sur y protegido desde hace poco por una estructura de cristal que lo conserva y permite al visitante disfrutar de él en cualquier época del año, alberga un extraordinario grupo de esculturas policromadas que representan a los ancianos del Apocalipsis sobre pilastras adornadas con estatuas de profetas y precursores de la Iglesia, y de los evangelistas y los Apóstoles. En lo más alto, escenas de la Pasión de Cristo y la Coronación de la Virgen, todo ello con su recuperada policromía original.



Es muy raro poder disfrutar de un tesoro de estas características, sólo comparable a nuestro Pórtico de la Gloria de Santiago. Así que no dejemos de rendirle honores cuando visitemos Lausana.





Frente a la Catedral de Notre Dame, apenas visible bajo un techado de madera, se encuentra una de las rarezas de Lausana, las Escaleras del Mercado.




Se trata de uno de los mejores ejemplos de las características calles con escaleras de la ciudad antigua, uno de los pocos ejemplos que quedan de estos pasadizos formados por casas de aspecto medieval y cubiertos por una original marquesina de madera que según dicen se remonta a 1700.




El corto trayecto que cubre, lleva hasta la Place de la Palud, corazón comercial de la ciudad vieja y lo hace desde época tan antigua como el siglo XIII; al recorrerlo tengamos cuidado de no perdernos todo el recorrido, ya que a la mitad se corta por una calle que se construyó hace un par de siglos para cubrir un paso subterráneo de tren.




El nombre le viene porque en la calle a la que conduce se instalaba el mercado de la ciudad hasta bien entrado el siglo XV; una reciente restauración ha devuelto todo el brillo y sabor de siglos a estos 177 escalones que salvan el desnivel que va desde el alma de la ciudad antigua hasta los espirituales pórticos de la catedral.

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