Se nota la textura agrietada de la repisa bajo mis manos. Pintura blanca resquebrajada contra la yema de mis dedos. El viento, gélido, punzante acariciando unas rojas mejillas, presionando un tímido y sensible lagrimal.
El agua, mezcla de dulce y sal, colorido combustible oculta la crueldad de lo que está por venir. Los cascos de los barcos, las boyas golpean, flotan en el desamparo del marginado invierno. Se van las gaviotas, replican las campanas, rompe contra el muro el agua, con fuerza, imparable. Sentimientos a borbotones. Y las hojas secas, granates, doloridas revolotean en círculos buscando el amparo de un sucio rincón.
Desesperante el dolor del invierno que vacía, congela, asola y que por fin trae el destierro a mi ardiente estómago, a mi flambeado pecho, que sufren con tan sólo pensar en volver a verte, o en sentir cómo nunca más podré tenerte.