Las regiones del cerebro implicadas en el reconocimiento de la melodía y el ritmo están fuertemente conectadas con el sistema límbico, que rige las emociones.
La amusia tonal
Los seres humanos, desde las culturas más antiguas, han sentido con la música, por eso, los científicos creen que la música ha estado implicada en la evolución de las relaciones afectivas y que lo que nos gusta de las melodías tristes es que, en realidad, nos hacen sentir bien.
Por el contrario, la amusia tonal congénita impide percibir la música como tal: no se reconocen los tonos, aunque sí el ritmo
La amusia es un defecto neurológico que afecta al 5% de la población. En el resto de las personas, ambos hemisferios cerebrales tienen zonas asociadas a la experiencia musical: el derecho está más relacionado con el reconocimiento de la melodía y la métrica; el izquierdo con el tono y el ritmo.
El ser humano y la música son casi inseparables. Incluso las personas con sordera profunda podrían tener una musicalidad innata. Los sordos son capaces de amar la música y percibir el ritmo en forma de vibraciones, no de sonido.
Un placer para los sentidos
A la vez que el cerebro percibe una melodía, el mismo sistema neuronal conecta con los núcleos de la emoción y permite a quien escucha reconocer una obra, rescatar antiguos recuerdos y sentir, ya que la música es capaz de evocar emociones de forma muy poderosa, afirman los neurocientíficos.
El placer que proporciona es ?físico?, está mediado por la dopamina, la hormona del placer, y ha sido estudiado por el neurocientífico de la Universidad McGill de Canadá, Robert Zatorre quien asegura que gracias a la técnicas de neuroimagen se han podido localizar las zonas concretas del cerebro donde sucede la liberación de este neurotransmisor, las zonas donde nace el placer.
Paradójicamente, muchas de las personas con amusia tonal debida a una lesión cerebral pueden seguir disfrutando de la música y hasta hacer juicios emocionales sobre ella. Esto llevó a Isabelle Peretz, directora del Instituto Brams de la Universidad de Montreal (Canadá), a pensar que debía existir una arquitectura funcional relacionada con la emoción que era tan robusta que incluso se mantenía en este trastorno.
Con este estudio de pacientes que han perdido sus emociones musicales a raíz de un accidente, cada vez se tiene más evidencias de que hay redes neuronales específicamente dedicadas al procesamiento de la música y sus emociones ?afirma la experta?. Pero todavía se conocen del todo, ya que son enormemente complejas. Lo que sí se sabe es que las áreas corticales y subcorticales del cerebro están implicadas en la respuesta emocional a la música.
Cerebros incapaces de conmoverse
El corazón de las emociones está en el sistema límbico y paralímbico y la música es capaz de modularlos directamente, es lo que afirma Stephan Koelsch, profesor de psicología de la música de la Universidad de Frëie (Alemania), quien concluye que la amígdala es la estructura central que gestiona todas las emociones importantes para la supervivencia del individuo, por lo que seguramente la música tiene algún papel evolutivo en los mecanismos afectivos.
El estudio de individuos con lesiones concretas en la amígdala ha demostrado que esta zona es clave en la generación de emociones musicales. Por ejemplo, pacientes con epilepsia, que han sido operados y tienen dañada esta región del cerebro, no reconocen la música triste ni la que da miedo, solo la alegre.
¿Por qué lloramos con música triste?
La indiferencia al poder emocional de la música también se podría dar en gente que padece el síndrome de Asperger, un trastorno autístico en el que la amígdala podría estar poco desarrollada.
Para los musicólogos, la música no deja de ser un arte, así que la subjetividad juega un papel primordial, por eso, la música triste tiene unas características constantes: está compuesta en tono menor, tiene un tempo lento, melodías ascendentes, y una articulación legato.
La música triste imita la prosodia de una voz triste y sus características son bastante universales, afirma Petri Laukka, investigador de la Universidad de Estocolmo y especialista en psicología musical. Uno de los debates históricos es si estas emociones que genera la música dependen o no de la cultura del oyente. Pero observaron que un camerunés que nunca había escuchado música occidental, al oírla era capaz de decir si sonaba alegre, triste o aterradora, por lo que parece que la tristeza sí es universal, además de la alegría y el miedo.
Casi siempre nos ponemos tristes porque la melodía rescata algún recuerdo pasado, pero también podemos sentirnos así por un simple contagio emociona?, señala Laukka. Lo curioso y lo que intriga a los científicos es que normalmente la gente intenta evitar la tristeza de todas maneras, pero en cambio disfruta escuchando música triste porque la tristeza que sentimos con la música no es un dolor real causado por una pérdida importante y en realidad lo que hace es potenciar los sentimientos positivos, se asombra el experto.
El investigador David Huron, de la Universidad de Ohio (EEUU), tiene una teoría para este ?extraño? fenómeno y es que la música activa mecanismos corporales que contrarrestan el dolor, por ejemplo, la secreción de la hormona prolactina.
Este fenómeno hormonal es que lleva a los científicos a afirmar que, normalmente la gente no se pone triste por la música que escucha, sino que en realidad, lo que sucede es que cuando estás triste escuchas música triste para sentirte mejor.