Tres horas navegando en silencio, interrumpido únicamente
por el estruendo del motor
y los disparos del Capitán, que se empeñaba en hacer blanco
sobre los caimanes, fallando siempre. Luego, sacando la pistola,
se fue hacia la proa y trató de matar alguna garza,
con los mismos resultados negativos. Esto le daba cierto gusto al Mestizo,
que no veja objeto en matar un animal si no se iba a provechar en algo.
Además, se daba cuenta de que el Capitán tiraba muy mal,
y pensaba que esto le daría una oportunidad más de salvación de don Gilbero.
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