Todos los años, al llegar el mes de mayo, Córdoba se convierte en una fiesta. Tras la celebración de las tradicionales Cruces de Mayo -de profunda raigambre también en otras ciudades, como Granada- se celebra el Concurso de Patios así como el de Rejas y Balcones, organizado por el Ayuntamiento y que suponen todo un espectáculo de luz, color y aromas. En definitiva, una fiesta para los sentidos que se puede visitar del 5 al 16 de este mes.
Para disfrutar de los patios el Ayuntamiento pone a disposición del turista un mapa con tres rutas diferentes que nos guiarán por el laberinto de calles que supone la parte antigua de la ciudad.
Un poco de historia
El patio es un elemento profundamente arraigado en las costumbres populares y que tiene su origen en épocas remotas. Común en la arquitectura andaluza en general, es una herencia que ha perdurado en el tiempo hasta nuestros días.
La arquitectura de la Córdoba romana contaba ya con la presencia del patio como elemento principal dentro de sus casas. Las viviendas solían ser edificios de una sola planta. El acceso a la misma se realizaba a través de un pasillo de entrada denominado fauces. La domus itálica, o casa de los inicios de la República, que a la calle mostraba un muro ciego y macizo, ordenaba sus estancias o cubiculas en torno al atrium, el equivalente al patio actual, un espacio a cielo abierto en cuyo interior se ubicaba el impluvium o estanque central que recogía el agua de la lluvia. El centro del patio estaba reservado para el hogar.
Para el romano así como para el griego, el hogar era de vital importancia; en cada casa había siempre ceniza y carbones encendidos, era una obligación sagrada conservar el fuego día y noche. El hogar era visto como un dios bienhechor que conservaba la vida del hombre y enriquecía a la familia. Un dios que lo alimentaba con sus dones.
En Al-Andalus, las viviendas estaban dotadas de un austero exterior, sobrios muros y balcones ornamentados con tupidas celosías que aislaban el interior de miradas curiosas. La casa andalusí simulaba, de esta manera, ser un cofre que encerraba un pequeño universo en su interior, reservado tan sólo a los pocos privilegiados a los que les era permitido cruzar el zaguán de entrada.
Las casas podían en su interior ser de un gran lujo, refugio de paz y confort, muy lejos de lo que habitualmente por aquella época era lo usual en otros lugares de Europa. Organizadas en torno a un patio, las alcobas, salones y la cocina se abrían a este espacio y se distribuían también alrededor de la galería superior. Si la familia se lo podía permitir, era habitual ubicar en el patio una alberca o al menos, un pozo, puesto que el agua era elemento indispensable en la cultura andalusí.
El patio se convertía, de manera casi obligatoria, en lugar de encuentro y reuniones. Sus innegables características, el agua de la fuente brotando sin descanso, el perfume de las flores, la luz que invade el recinto o la belleza de las yeserías que ornamentan las paredes, estaban destinadas a exaltar los sentidos y hacían del patio el lugar idóneo donde pasar las calurosas veladas que asolan las noches cordobesas.
Los patios hoy
Hoy en día podemos encontrar, en los barrios cordobeses de más rancia tradición, como el de San Agustín, San Basilio o Santa Marina, casas que guardan celosamente la misma estructura de aquellas otras antecesoras en el tiempo, de quienes heredaron sus características. Casas donde el patio es el núcleo central en torno al cual se desarrolla la vida y se perpetúan las costumbres. Un tesoro de luz y color que engalana las noches de primavera con el aroma y el misterio que desprenden sus flores.
www.patiosdecordoba.net
www.turismodecordoba.org
www.mayocordobes.es/patios.php