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Existen épocas en las que parecemos zombies arrastrando los pies, borrachos de costumbres, de imperativos y quéhaceres. Deseos y miedos pueden emborronar nuestra determinación mientras afrontamos una semana más ansiando que llegue el fin de semana, el soplo de aire fresco que nos relaje y devuelva el buen humor.
En esos casos la diversión y el entretenimiento es uno de los mejores combustibles para el alma. El alimento para el crecimiento personal.
Lo que el libro El Camino del Artista (del que os hablé aquí hace tiempo) llama LA CITA CON EL ARTISTA. Concederte tiempo para hacer eso que tanto nos gusta. La recarga de pilas que nos engrasa para inspirarnos, crear y seguir dando caña.
Creo que igual que cada uno de nosotros requiere de su propia parcela para ese crecimiento, el amor entre dos también necesita su propia medicina para resetearse.
No es cuestión de superar problemas, unirse más o ceder el uno por el otro. No hablo de nada de eso. Hablo de REACTIVAR lo que nos unió desde un principio.
Y esto me rondaba a mí la cabeza el otro día mientras engullíamos a dos carrillos, frente a frente, unas tortitas con nata y chocolate...
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Lo que viene ahora quizás resulte una reflexión demasiado personal para lo que acostumbro por aquí. Me planteaba si publicarla o no. Pero luego pensé que qué narices, que este blog es mío y que siempre trato darle mi propio tono, exprimirme en cada entrada. Y que a mí lo que de verdad me llena de otros blogs es descubrir esa manera de vivir y pensar de la persona que está detrás.
Así que os cuento lo que sucedió.
Acabábamos de darnos un homenaje en un italiano, y de repente se nos ocurrió pasar del postre para movernos y buscar un sitio en el que nos sirvieran tortitas.
Emocionados con tan sencilla decisión, la ilusión y el ansia por compartir juntos ese antojazo calórico desembocó en ataques de risa intermitentes. De esos en los que la gente te mira como si estuvieras como una cuba, como si estuvieras totalmente fuera de lugar por reírte aguantando la lágrima que quiere desbordarse.
Justo en ese punto volvimos a ocho años atrás. Volvimos a las intensas visitas de fin de semana, a volver de madrugada a caballito de tanto que dolían los tacones, a escapadas de montaña, a los amargos domingos cuando te ibas, pero también a los viernes de mariposas en el estómago, cuando saltaban las chispas con mirarnos. A cuando ingenuos de nosotros nunca sospechábamos vivir tanto y tanto.
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Resulta que no tengo una opinión definida sobre San Valentín. A ratos me resulta hortera, a ratos tierno. Nunca hemos decidido si celebrarlo o no.
Pero hoy, después de esas tortitas, estoy la mar de positiva y pienso que quizás simplemente sea una llamada a vivir una cita con el artista (pero en pareja).
Será que las tiendas, los restaurantes y los teatros nos la marcan en el calendario para hacernos un favor con el objetivo de que, si no lo hemos hecho ya, nos concedamos ese tiempo para VOLVER POR UN MOMENTO AL PRINCIPIO.
Que rememoremos nuestro día cero y otra vez temblemos de nervios al verle aparecer.