Estas gentes…, sisean más que hablan: Sus voces son ásperas y no pueden oírse sin temor.
Arthur Machen
La novela del Sello Negro
Arthur Machen (1863-1947), al igual que su contemporáneo Lord Dunsany, fue un obstinado soñador que supo traspasar la incierta frontera que separa la poesía de la prosa en el dominio de la fantasía, creando una de las obras líricas más exquisitas que ha dado hasta la fecha el llamado género de terror. Nacido en la ciudad galesa de Cærleon-on-Usk —la antigua Isca Silurum de las legiones romanas, en la que la nostalgia de los britanos perseguidos por los sajones situó el punto de partida de la mítica búsqueda del Grial emprendida por los caballeros del rey Arturo—, su pasado celta, alimentado por primitivas creencias mágicas, fue un poderoso motor que impulsó su obra, en la que resuenan ecos de aquellos tiempos idílicos. (Extracto de la edición de VALDEMAR)
Arthur Machen: El gran dios Pan
La obra de Arthur Machen es inquietante, es como un gran símbolo sugestivo. En sus relatos es como si se concentrara una secreta energía, de algún modo provocan una delicada extrañeza cuando al terminar de leerlos te das cuenta de que no has llegado a comprenderlos del todo. Tal vez por ese motivo, sean tan buenos cuentos de terror fantástico, evocan cierta autenticidad en lo oculto, en aquello que mora en lugares remotos. Sus narraciones, plagadas de un poderoso lirismo, favorecen activamente la imaginación, contienen leyendas y mitos, historias antiguas, ruinas romanas… Ese lirismo se gesta en la descripción de la Naturaleza, en la creación de una poderosa atmósfera, plagadas ambas de una gran belleza bucólica. Machen dotaba a sus cuentos de aventuras que nunca sabes cómo van a terminar, sorprende con escenas a media luz llenas de misterio, las tramas de sus historias se van desarrollando sutilmente como un vago resplandor que se va haciendo más grande poco a poco, hasta que el monstruo aparece mostrando su poder, su complejidad profunda y llena de zonas oscuras.
Arhtur Machen y H. P. Lovecraft
Todo esto provoca una sugestión en la lectura muy interesante. Esta sería una de las razones más importantes de la admiración que Lovecraft sentía por Arthur Machen. El escritor de Providence se apoderó de algunos elementos de los seres monstruosos que aparecen en las narraciones de Machen, y los llevó a la cumbre del horror cósmico. Ambos escritores fueron genios a la hora de describir matices misteriosos y terrores que acechan en las encrucijadas de caminos perdidos, en montes y cumbres lejanas, o simplemente en la casa de cualquier barrio. En el caso de Lovecraft sus montes y cumbres están en lugares fantásticos llenos de una arquitectura inclasificable en la que cobró vida su espectacular mitología. Machen, sin embargo, deja de ser preciso cuanto más nos acercamos al monstruo, hace que nuestra mente proyecte cosas, pero no son cosas claras, sino leves matices de algo muy grande que no puede ser elucubrado.
Sus personajes son criaturas que se transforman en algo feo, en algo monstruoso; o por otro lado, son almas atormentadas por un hecho inexplicable o por un pasado oscuro. Se sucede en el transcurso de la lectura una suerte de investigación de lo fantástico que se entremezcla con lo cotidiano. La paradoja que separa la atracción por lo feo, por el monstruo, es realmente seductora; nos da miedo, pero queremos verlo, deseamos comprobar cuál es su naturaleza. Machen supo ver y apreciar la importante convicción y la gran fluidez artística que posee para el escritor el poder del monstruo, y con ello nos ofreció su particular visión del horror literario en una atmósfera maravillosa y llena de matices.
Uno de los relatos más conocidos de la obra de Machen es El gran dios Pan, narración impresionante y extraña que trata de un singular experimento con terribles consecuencias en un laboratorio oculto en una casa, que marca la percepción de la narración desde el principio conduciendo hacia el horrible Pan; poseedor de una impresionante y monstruosa presencia que sobrevuela toda la trama, hasta mostrarnos transformaciones humanas puramente primitivas. La forma de contarlo, original en su esencia, hacen de él un cuento maravilloso y diferente.
También hay otras narraciones que a mí me han encantado especialmente; una de ellas es El Pueblo blanco, donde Machen crea una atmósfera de gran valor artístico, su predilección por el bello patrimonio céltico y por las ruinas de la región de Gwent, llenan su trasfondo: aquelarres de brujas, bosques sombríos y lugares solitarios…, todo ello al servicio de un argumento enigmático para darle a los acontecimientos de este cuento un cariz de misterio fantástico inigualable. No en vano, la narración que a mí personalmente más me ha fascinado ha sido La pirámide resplandeciente, en la que una extraña simbología hecha con pedernales proyecta un secreto que se enlaza de algún modo con la arcana desaparición de una bella muchacha en una región de campo donde la descripción de bosques y montañas se alterna con el curso de la narración creando un pulso que te mantiene en vilo hasta el final.
En definitiva, en estos bellos e inquietantes relatos te adentras con los personajes en una acción anclada en bosques que parecen hallarse en un mundo paralelo y fantástico poblado de seres extraños y malvados. Como bien lo definía Lovecraft: Machen es un adalid del misterio medieval de bosques tenebrosos y costumbres antiguas. Sin ninguna duda, es una lectura totalmente recomendable.
©ReyesLucena