Crónica Arcade Fire en Barcelona Crónica Arcade Fire en Barcelona
05.07.16, Sala Razzmatazz
El pasado 21 de junio y para celebrar el día de la música una noticia bomba cayó en Barcelona. Arcade Fire anunciaba un único concierto en la sala Razzmatazz y las entradas se iban a poner a la venta dos días más tarde. Como era de esperar la locura invadió a los fans y agotaron todos los pases en tan solo veinte minutos.
El gran momento era este martes, 5 de julio y dos horas antes del inicio la cola para entrar rodeaba la calle que alberga la sala de conciertos. El Razzmatazz se iba llenando poco a poco y la expectación se vivía en el ambiente.
Poco después de las nueve y media de la noche, los canadienses saltaron al escenario y el público gritó. Cada uno de los integrantes de la banda iban vestidos de un solo color y sin mediar palabra el espectáculo empezó. Abrieron el concierto con temas de su anterior disco y sonaron Ready to Start, The Suburbs y Régine cantó la continuación con Sprawl II y sus peculiares movimientos de muñequita. El público estaba fascinado. Tener en Arcade tocando en tan pequeño formato hacía disfrutar del “savoir faire” de la banda. Poder ver desde tan cerca como saltaban de un instrumento a otro, su profesionalidad y su carisma era un absoluto placer.
Los canadienses saltaron de álbum y empezó el repertorio de Reflektor. Nos encandilaron con el single que dio título al disco y sonaron, entre otras, Normal Person o After Life. Win Butler alargaba el paso hacia la valla que separaba al público y se acercaba peligrosamente. Los móviles empezaron a alzarse para inmortalizarlo y Win no dudó en arrebatar uno al azar y lanzarlo hacía la masa.
Arcade continuó con el show y sus primeros discos también tuvieron protagonismo con Intervention o uno de sus grandes temas, No Cars Go, donde los allí presentes estallamos a cantar y a emocionarnos. Ellos lo daban todo. Nosotros también.
Continuaron a través de Haïtí y Neighboord (Tunnels y Power Out). Y el concierto se dirigió hacia otro de los momentos más maravillosos al empezar a sonar Rebellion (Lies). Otra de las grandes anécdotas de la noche sucedió en ese instante y fue cuando William Pierce arrebató la zapatilla de uno de los asistentes y empezó a aporrear el tambor con ella.
Y aparecieron los cabezudos y el confeti. Con ellos el inevitable final. Y como no podía ser de otra manera fue con Wake Up. La sala entera sucumbió a un torbellino de emociones provocadas por una banda que sabe llevar las almas hacía caminos celestiales.
Un directo excelente, una magnífica experiencia, un absoluto privilegio de poder ver a estos dioses en tan pequeño formato.
Redacción: Anna Castro C.
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