Sin embargo, aunque pareciera imposible de creer, existe esa parte de la población que simplemente sigue utilizando transporte público, y a menos que pertenezcas a un país del primer mundo, ni toda la suma de las razones que te hacen andar en camión, metro, taxi o cualquier servicio de trasporte justifica la realidad que su uso implica y seguro en más de una ocasión has vivido alguna de las siguientes situaciones.
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Cuando estás a punto de abordar el camión, pero te das cuenta que no es tu ruta.
Cuando por poco pierdes el camión y tardas un poco en organizarte y recuperar el aliento.
Cuando te sientas hasta atrás y sufres más que en un juego de la feria.
Cuando estás tan cansada y no resistes caer en los brazos de morfeo en pleno trayecto.
Cuando el conductor del bus se cree un personaje de rapidos y furiosos. Olvidando claro que no está manejando un deportivo y que mucha gente está a bordo.
O por el contrario, el chofer vive en su propio mundo y olvida que está brindando un servicio a los pasajeros.
Cuando miras por la ventana durante tu trayecto y te sientes como en tu propio video musical.
Cuando te vuelves uno solo con el resto de la gente a tu al rededor durante varios minutos o incluso horas.
Cuando pasas toda la tarde arreglándote y recuerdas que no puedes tomar el camión luciendo tan wow.
Cuando las puertas se abren y estás a punto de subir al camión, pero la verdad es que nunca sabes con qué vas a encontrarte.
Cuando los costos por el viaje son tan elevados que desearías salir corriendo sin pagar.
Cuando te das cuenta que Will Smith tenía razón y algunos taxistas no usan desodorante.
Pero al final de cuentas, el transporte público es de gran ayuda y a pesar de las circunstancias de muchos, también hay que reconocer aquellas unidades y sobre todo los conductores que aún realizan su profesión con respeto y esmero.
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