Sería muy osado por nuestra parte decir que conocemos toda China. Nada más lejos de la realidad.
Aún y así, durante el viaje alrededor de este territorio tan gigantemente vasto, hemos podido captar un pellizco de sus millones de miradas y de sonrisas.
Cuánta mezcla, cuántas culturas, cuántas maneras de hacer las cosas. Sus ojos exóticos y rasgados miran al mundo a través de una lente formada por una memoria cultural e histórica sin parangón alguno.
En los tiempos que corren, a lo antiguo conocido y a lo moderno por conocer, se les está exigiendo que convivan con cordialidad. Pero hay roces y los engranajes chirrían. Parece ser que hay un conflicto de intereses. Ser tradicional o rural no vende tanto como ser moderno.
China está sumida en un proceso complejo de modernización único e incierto. Solo el tiempo dirá si han hallado el equilibrio para salir airosos y lograr, a la vez, que su idiosincrasia permanezca intacta.