La Masía es una construcción rural que tiene sus orígenes en las antiguas villas romanas aunque nacieron como tales durante los siglos XI y XII.
Este tipo de construcciones se encuentran en los territorios que conformaron la Corona de Aragón entre los años 1164 y 1707, también están presentes en algunos lugares de sur de Francia como la Provenza.
En la zona que conforma la actual Comunidad Autónoma Valenciana sustituyeron o complementaron a las alquerías.
En algunas zonas, la masía se denominaba también mas o masó.
El “hereu” y la “pubilla”
La necesidad de no dividir el patrimonio que proporcionaba sustento a toda la familia, sobre todo después de la epidemia de peste negra en 1348 y que prácticamente despobló Cataluña, propició la aparición de las figuras del “hereu” (heredero) y la “pubilla” (heredera).
El “Hereu” que era el hijo varón mayor de la familia primaba siempre sobre la “pubilla” que era hija mayor, y esta solo heredaba en el caso de no existir hijos varones. En ocasiones, la “pubilla” se casaba con el “hereu” de otra familia campesina y una de las masías quedaba abandonada.
La ley de sucesiones era diferente en Aragón donde si se dividía el patrimonio entre todos los hijos, así, mientras los hijos no primogénitos de Aragón podían continuar explotando la parte de la masía que les correspondía por herencia, los hijos no primogénitos catalanes debían buscarse la vida en los núcleos rurales, alistándose en la milicia o ingresando en la iglesia.
Características de la Masía
La Masía era una explotación agrícola y ganadera que tenía una extensión de terreno considerable que podía oscilar entre las 20 y las 300 hectáreas además de la vivienda que ocupaba la familia y que se situaba justo en medio de las tierras de labranza y pastos para el ganado.
El material utilizado para la construcción de la vivienda era la piedra, que en un principio se unía con barro y más tarde se generalizo el uso de la cal y la argamasa.
Disponía de una planta baja que servía de refugio para mulas, bueyes y almacén para las herramientas y productos cosechados, a veces tenían también conejeras, gallineros e incluso porquerizas. Algunas disponían de bodega donde guardaban el vino y el aceite en tinajas.
La planta superior tenía una gran sala central y a un lado se encontraba la cocina y al otro las habitaciones. La buhardilla bajo el tejado servía de almacén para el grano y en ocasiones contaban también con habitaciones para los criados. En los lugares donde nevaba frecuentemente en invierno el tejado era de pizarra.
Actualmente las masías se han reconvertido en restaurantes donde degustar la gastronomía típica catalana o en casas dedicadas al turismo rural.