A veces escribo cachitos y luego, cuando tengo el valor, los junto; siento que debo dejarlos salir, aunque no sea a borbotones, como a mi me gustaría. Como cuando lloro con ganas, así es como me gusta escribir a mi, desconsoladamente. Es como si el texto cogiera relieve y empezarás a ver la historia. Imaginación y lectura se solapan. Cogen forma en tu mente deseando que lo hagan en la de otros.
Me pongo un poco de música y todos esos pensamientos y emociones me inundan. Me entran ganas de reír, de llorar, de bailar, de pasear a solas... y de escribir.
Cuando bebo es diferente. Suelo coger a mi Lolita (mi ordenador) y ponerme a escribir bobadas que me salen de muy a dentro. Cachitos vehementes, agresivos, dañinos, herejes y blasfemos. Menos mal que nunca los llego a publicar, me expondría demasiado. Y ya sabéis lo que dicen, uno nunca debe enseñar las cartas, sólo dar pequeñas señales, o cachitos, como yo los llamo.
Pedacitos lo suficientemente grandes como para llamar la atención, suscitar el interés... pero también lo suficientemente pequeños como para que no se tomen libertades contigo.
Como me gusta jugar con los cachitos...
Cachito, cachito mío.
Pedazo de cielo que Dios me dio, me solían cantar...
Así mismo me siento yo ahora.
Un cachito de un todo muy grande.
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