[Todavía estoy escuchando villancicos. Fuck San Valentín!]
Bueno, llega ese momento maravilloso del año en el que las solteras resentidas y los feos del mundo se convierten en portavoces máximos del cinismo y se suben a su pedestal de odio supremo, mirando por encima del hombro a todo aquel que muestre el mínimo interés por el amor y las demostraciones del mismo. Sí, petits, ha llegado San Valentín.
Llamadme suspicaz, llamadme perspicaz (llamadme, que no me funciona el Whatsapp), pero yo creo que puestos a odiar las demostraciones públicas de afecto, la manera correcta de hacerlo es odiarlas todo el año. Como hago yo (que no es que las odie todas, yo solo odio los tuits esos de «Ay, gordi, qué tarde tan especial contigo. Te amo mucho. Juntos siempre, bebu» ¡Tío, mándale un
«Ay, odio San Valentín, todo planes para parejitas y mierdas y corazones. Que no es porque esté soltera, ¿eh? Que cuando tenía pareja tampoco me gustaba». ME LO CREO, TÍA. Qué grandísima casualidad que justo cuando ha sido San Valentín nunca has tenido pareja ¿no? Si sientes la necesidad de justificarte, es que muy cierto no es, eso es así.
«Ay, me encanta San Valentín, lo paso con mi cari, vamos a cenar al Vips y seguro que me regala alguna cosita, aunque le he dicho que no hacía falta. Yo ya le he comprado una camisa azul, como sus ojos». Porque todo el mundo sabe que el Vips, el paradigma de la sofisticación, se reserva solo para fechas señaladas como aniversarios y cumpleaños. Y que no hacía falta pero que si no te compra nada le vas a montar la de San Quintín.
Total, que no sé, ¿quieres más si te pasas todo febrero celebrándolo? ¿Eres más guay si te pasas todo el mes diciendo que es una mierda? ¿Me apetece celebrar San Valentín? ¿Volverá a salir Sandra Oh en Anatomía de Grey? Dudas que me asaltan.
En fin, queridos, que lo mismo es que últimamente me dan mucha pereza las personas en general, pero cuanto más conozco a la gente más me gusta el bacon. (My one and only love verdadero. Porque de verdad, lo que es la gente…)
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