A los 22 años se traslada a París para continuar con sus estudios, demostrando una gran calidad en sus composiciones y pudiendo así, realizar su primera exposición en la capital francesa, concretamente, en el Salón de Otoño. Tras una acogida excepcional por parte de los críticos europeos, el artista regresa a su país natal para hacerse cargo de la dirección de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Durante este período, además, fundó las Escuelas de Pintura al Aire Libre en México, donde compaginaba su prolífica trayectoria. En las décadas siguientes, su fama fue en aumento permitiéndole mostrar sus cuadros de manera continuada en diversas galerías nacionales y europeas, particularmente en Berlín y Madrid.
Sin embargo, su estilo no había logrado calar en la sociedad estadounidense, hasta que en 1930 decidiese trasladarse a vivir a Los Ángeles. A partir de ese momento, tras un acercamiento a la cultura local, su técnica comienza a ser considerada una nueva corriente que reporta originalidad y talento a partes iguales.
De este último período son sus mejores composiciones, como se observa en su multitud de exhibiciones, a razón de una por año, en prestigiosas galerías y museos de su nuevo emplazamiento. Su técnica predominante fue el pastel como se comprueba en 'La vida aún con rosas' o 'Mancacoyota', ambas de 1930.
Esto, le llevó a recibir numerosos encargos por parte de particulares así como murales para la ciudad. Tras su rotundo éxito en Estados Unidos, decide fijar allí su residencia de manera definitiva, abandonando el país tan sólo, en escasas ocasiones. La más notable fue la realizada un año antes de su muerte, en 1945, para una exposición en Monterrey.
Este notable artista es un icono del arte moderno, que le valió el sobrenombre de 'Pintor de las melancolías', por parte del escritor Rubén Darío. Junto con Diego Rivera, se le considera el precursor y máximo exponente de este género pictórico. Como muestra, podemos apreciar 'Flores de México', realizado en 1938, la cual fue subastada en el año 2007 por más de cuatro millones de dólares, convirtiéndole en uno de los artistas latinoamericanos mejor valorados.
Los tonos de sus obras sobresalen por su brillo y luminosidad, así como por ser, por lo general, retratos a la luz del día, en prados donde se agolpan infinidad de flores, como podemos ver en 'La primavera', de 1905. Otro de los objetos centrales de estudio de Alfredo Ramos Martínez es la mujer, quien suele estar reflejadas la mayoría en sus trabajos.
¿Y tú, qué obra destacas de Alfredo Ramos Martínez?