Como muchas historias, o películas, cuando empieza a contar lo interesante, es cuando empieza a terminarse. Tal vez porque yo sea muy escéptico a la hora de escuchar la vida de los demás, sin que esta me tenga que aportar nada a la mía. La que al final, cojes algunos libros y los dejes pasar muy por alto. Eso sí, aunque Chrissie intente contarlo de una forma muy ligera y relatar sus vivencias, de una forma muy campechana, cansa. Pues si tienes algo bueno que contar, dilo. Pero, en algunos fragmentos, le gusta más el propio plástico que el Rock, y aunque haya sido una mujer muy liberal dentro de los sesenta, hay cosas que no cuadran. Por ejemplo, cuando dice que a los afroamericanos no les gustaba la música de los sesenta de Blues, porque no iban a sus conciertos. Si se obvia la segregación racial, pues tendría su lógica. Pero eso fue un hecho muy deleznable, existió, y es algo que nunca se podrá negar. No es que no quisieran entrar con otro blancos a ver un concierto, es que eso, sobre todo en la zona del sur, era una mera utopía, que estaba empezando a acabarse, gracias a personas como Martin Luther King, y demás personalidades que no fueron nombradas. Pero que su lucha fue muy importante, para poder seguir avanzando ante la igualdad.
Chrissie Hynde muestra su vida, sin tapujos, pero muy convencional, y al mismo tiempo, limitada a la hora de referirse los encuentros con otros músicos. Y aunque tenga un capítulo que lo dedique a la figura de Lemmy, la verdad es que no le he sacado mucho partido. Puesto que parece esporádicamente. Eso sí, me encanta cuando empieza en la página 300 a ponerse musical, con su banda madre.