En efecto, el interior de la pequeña tienda estaba atestado de objetos, pero casi ninguno de ellos tenía el más pequeño valor. Habían muchos cuadros que cubrían por completo las paredes. En el escaparate se exhibían portaplumas rotos, cinceles mellados, relojes mohosos que no pretendían funcionar y otras baratijas. Sólo en una mesita de un rincón había algunas cosas de interés: cajitas de rapé, broches de ágata, etc. Al acercarse Winston a esta mesa le sorprendió un objeto redondo y brillante que cogió para
examinarlo. Era un trozo de cristal en forma de hemisferio. Tenía una suavidad muy especial, tanto por su color como por la calidad del cristal. En su centro, aumentado por la superficie curvada, se veía un objeto extraño que recordaba a una rosa o una anémona.
-¿Qué es esto? -dijo Winston, fascinado. -Eso es coral-dijo el hombre-. Creo que procede del océano
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