Minor Arias es un escritor, cuentero y profesor de administración. También es esposo, padre, mascarero y motivador de vida.
Muchos nos sentimos orgullosos de llamarle: Profe.
Anabelle: Soy toda oídos profe, cuéntenos cómo empezó todo esto en usted?
Minor: Debo iniciar en mi niñez, la cual fue muy diferente. Se puede decir que mi familia era nómada, siempre de un lugar al otro dependiendo de donde mi papá pudiera trabajar la tierra en la Zona Sur. La escuela era un lujo, así como los amigos. Al salir de clases tenía que llevar el almuerzo y quedarme trabajando.
Un día en el campo, tropecé con una rama seca y se incrustó en un uno de mis ojos. Me llevaron de emergencia al Hospital de Niños (HN). Ese día fue la primera vez que conocí la capital y un mundo nuevo. Esperando tres operaciones, tuve la oportunidad de hacer amigos, ver televisión, ser consentido.
A: Cuándo decidió que era lo que quería ser?
M: Siempre supe que lo que me gustaba era escuchar historias.
Durante mi estancia en el HN, llegaban unas monjas a ponernos a leer y contar cuentos. Al finalizar nos pedían que contáramos las nuestras, de nuestra propia invención. En ese momento, me dí cuenta que quería mi propio libro de cuentos. Todo este evento fue una “desgracia maravillosa”.
“Haberme accidentado en ese momento fue una desgracia… maravillosa”
A: Pero, qué pasó luego?
Al volver al campo, tuve más estabilidad. Lo que me permitía hacer relaciones y me encantaba escuchar a la gente, lo que tenía que decir. En una ocasión, un señor mayor me dijo que Abraham Lincoln llegó a ser presidente porque a él le gustaba mucho leer y cómo le gustaba y estudió tanto, fue a la universidad, ayudó a su familia y fue presidente de los Estados Unidos. Eso me quedó grabado en la cabeza y entonces, estudié hasta que el cuerpo aguantara.
Cuando entré al colegio, mis padres se separaron y trabajé aún más. Sin embargo, tuve una beca de la ONU para jóvenes de escasos recursos. Esto también cambió mi vida. Me enviaron a Michigan de intercambio por un año. Era una familia amorosa y de ambiente sano.
A: Y, al regresar de Michigan…?
M: Ya hablaba inglés y trabajaba en turismo, entonces estudié en el CUC y al finalizar me dieron la oportunidad de ir a México a seguir estudiando. Eso sí, era diferente pues sólo costeaban lo académico, lo demás (comida, vivienda, etc) por mis propios medios.
“Hay gente generosa en toda la tierra. Siempre habrá quien te tienda la mano, si lo que andas haciendo es el bien. Es una fórmula más que probada. “
A: Cómo fue que sobrevivió solo en un país que no era el suyo?
M: Entre las cosas que tuve que hacer para poder comer fue jugar fútbol. En México hay una liga de empresas privadas. Y pagaban algo por ello. Lo que me llevó a otra lección de vida:
Y allí entendí que, no importa lo que hagas, siempre hay que dar lo mejor.
A: Y porqué concluyó eso, profe?
M: Al regresar a Costa Rica, me ofrecí a ayudar a una empresa mexicana a gestionar sus inicios aquí. Al terminar el papeleo, me ofrecieron el puesto de Gerente. Y les pregunté: Cómo? Sin currículum, sin entrevista? A lo que me respondieron: “Lo vimos en México jugando, no era el mejor jugador pero siempre dio todo en la cancha”. Esa fue básicamente mi entrevista.
A: Fue un salto bien alto!
M: Sí, un gran puesto, carros del año, viajes… en fin cosas que nunca me imaginé tenerlas.
A: Pero, se sentía que en su entorno?
M: Simplemente no era yo, no era mi esencia. En uno de los viajes tomé la decisión: renunciar.
Sin trabajo acudí por unos documentos al CUC, pues tenía una oferta segura en un hotel y me topé con un funcionario que fue director de carrera cuando yo estudiaba y me dirigió a la directora de la carrera de Turismo. Ella me ofreció unos cursos para impartir pero con el riesgo que implicaba, acepté. Desde entonces soy profesor allí.
Este trabajo me permitió reconectarme, expresar mis pensamientos libremente y aunque nunca dejé de escribir. Mi amigo y maestro de literatura en México, Ignacio Santos Fernández me aconsejó:
“Busca un trabajo que resuelva en lo económico al poeta” Es decir, no estar atormentado por que no alcanza el dinero pues no me permitiría concentrarme en escribir cosas con trascendencia.
Conclusiones: