Un día perfecto

Un día perfecto


Cuando tenía 23 años fui cooperante en la guerra de Bosnia, en la postguerra en realidad, porque justo llegué con el acuerdo de Dayton. Fui por cuatro meses y me quedé dos años. Toda esta información que pertenece a mi vida, a mi curriculum es la que siempre hace que quien la escucha inevitablemente levante la mirada y me mire (observe) con más atención. "¿En serio estuviste en Bosnia?? segunda mirada que dice muchas cosas, que además de hacerte sentir como un animal del zoo, observada como si de repente tuvieses que hacer algo que lo demostrase, (no sé me ocurre qué, tirarme al suelo y avanzar en plan marine..?., hablar en serbocroata?) una mirada que es una clara interpretación visual de "¿pero en serio esta pija ha sido cooperante?" porque "pija" es un adjetivo que se utiliza mucho para describirme (no todo el mundo se mete en un avión a un país en conflicto, pero todo el mundo tiene derecho a juzgarte con una mirada) y después esa misma mirada denota algo parecido a la admiración. Aunque pueda parecerlo, admiración no es algo que uno busque ni que agradezca. Fui a Bosnia y fui cooperante, pero no es algo con lo que me presente ni de lo que suelo hablar y desde luego no es algo que merezca ningún premio. El premio es haber ido.


Esta semana mi marido y yo hemos visto (disfrutado) de la película "Un día perfecto" de Fernando León de Aranoa y pudimos recordar esa época tal como era, tal como fue. La película merece la pena incluso si nunca has sido cooperante en los Balcanes, pero verla después de esa experiencia es un regalo, porque después de la mirada viene también inevitablemente la pregunta "¿y cómo era aquello?" que siempre da mucha pereza contestar, porque es imposible resumir dos años en el extranjero en un país en guerra (postguerra) en una conversación de un café. Yo creo que a partir de ahora me llevaré copias de la película ¿Tienes dos horas? pues ya te lo cuento :-). Ahora que los refugiados ocupan los telediarios de nuevo, si tenéis curiosidad por saber cómo se trabaja en el terreno con ellos, id a ver la película.

Aunque los paisajes no son los mismos y eché de menos montañas más frondosas, el resto de la película es simplemente igual, refleja perfectamente lo que vivimos, horas y horas metidos en un Nissan Patrol embarrado que se acaba convirtiendo en tu oficina, tu lugar para comer, tomar café, y hablar y hablar durante horas con tu compañero o interprete, mientras intentas hacer tu trabajo. Intentas porque la burocracia nunca lo hace fácil, ni los accesos por carretera, ni las costumbres locales, sólo hay que ver la película para entender esta parte. Pequeñas cosas, como buscar una cuerda, podían resultar tan complicadas que la mayor parte de esos años me la pasé conduciendo, hablando con instituciones locales o debatiendo en reuniones de Naciones Unidas.
Un día perfecto


La película retrata perfectamente ese ambiente, el frío, los botarrones de montaña, el capsat, los códigos de radio, la ausencia de teléfonos móviles (y en muchas ocasiones ni los fijos servían de mucho), las vacas que se habían hecho dueñas de la carretera en un país donde ya sólo las ONGs y el ejército conducía por ellas, (no muertas afortunadamente, nunca encontramos una así). Las ancianas bosnias, con sus pañuelos y su determinación, los niños espabilados antes de tiempo, el difícil ( y magnífico) papel de los interpretes locales entre dos mundos (el nuestro, el de los internacionales y el suyo propio), la extraña sensación de comunicarte a través de un interprete, la desolación de los pueblos abandonados, los campos de refugiados, las casas destrozadas, las fachadas acribilladas de disparos con una meticulosidad aterradora, la imposibilidad de salirse de la carretera para evitar las minas, o la vieja estrategia de seguir los pasos de un animal...
Un día perfecto


Pero sobre todo el humor, el compañerismo, la capacidad de trabajar con tus compañeros en un lugar donde ellos lo eran todo, familia, amigos, todo. Seguramente nunca me he reído tanto trabajando, resultará curioso, pero era inevitable. Después de ver la película, envié un mail a Miljiana, mi interprete en aquella época "Oye, Benicio del Toro y Tim Robins hacen de nosotras" :-). Ella siempre me recuerda un día que llegamos a una escuela en un pueblo lejano con libros y material escolar. Al bajar de la furgoneta el director del colegio y sus ayudantes nos miraron sin entender nada y al rato preguntaron "¿Pero, dónde está el conductor??", no se podían ni imaginar que alguna de nosotras podía haber conducido hasta allí una furgoneta!!.

Viajar te enseña muchas cosas, viajar a un país en conflicto con 23 años, es un gran máster. Aprendes a observar, a conducir en la nieve, a seguir otros ritmos, a tener paciencia, a viajar en Hércules, a escuchar, a ser tolerante, a entender que tus preceptos no siempre funcionan en otros países, y que en otros mundos les puede parecer tan raro que una chica conduzca una Vanette como en el tuyo propio que una "pija" haya sido cooperante :-).

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