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Y ahí nos quedamos, sentados en la banca, mirando como el cielo iba cambiando su color hasta llegar a la noche. ¿Qué queríamos?...

Me dijiste que te sentías bien, que sentías un peso menos. Querías saber lo que yo sentía, pero como siempre, solo te dije que estaba bien.
¿No bastó para ser feliz?. Lágrimas, suspiros, susurros que el viento descifró.
Uno al otro nos apoyamos, cerramos los ojos, y olvídamos que existía más gente en nuestro alrededor, nos dio el valor para decir un par de cosas que nunca nos dijimos, tanto defectos como virtudes.
Por ti aprendí que puedo aceptar a cualquiera, como también que no quiero que cambien, si te conocí así, así tienes que seguir. Aunque hayan cosas que no compatibilizan conmigo.
Las sombras siempre estuvieron pisando la mía, queriendo cambiar mis ideales, mis sueños, mi esperanza, mi fe.
Era tan difícil seguir así, con esos miedos que pensaba volverían, con esas sombras que nunca me abandonarían, que serían siempre mi gran secreto.


Y ahí me fui, con la despedida plasmada en mis labios, con la música sonando, y mirando por la ventana del colectivo a las parejas, o sonrisas ilusionadas de comienzos.
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