En agosto de 1944, Szopinska tenía unos 20 años, era una luchadora por la libertad del Ejército Nacional Polaco que se enfrentaba a los alemanes en las calles de Varsovia. El Ejército Rojo estaba listo al este de la ciudad, pero Stalin había ordenado a sus fuerzas que no entraran en la capital polaca para ayudar a los polacos.
Bajo la presión de los aliados occidentales, Stalin hizo que su fuerza aérea dejara caer suministros para el Ejército Nacional Polaco. Pero, como me dijo Szopinska cuando filmé una entrevista con ella hace unos años, la ayuda de Stalin no fue lo que parecía. “Tenían estos pequeños aviones y lanzaban pan seco sin paracaídas, y cuando caía se convertía en polvo”, dijo. “También arrojaban armas sin munición de paracaídas. No había manera de que pudiéramos repararlo. Así que fingieron que estaban ayudando. Lo hacían de tal manera que no nos ayudaba realmente”.
Stalin quería que los alemanes derrotaran al Ejército Nacional Polaco, porque aunque los luchadores por la libertad polacos y los soviéticos estaban oficialmente del mismo lado, Stalin odiaba a los polacos. Esperaba que causaran problemas una vez que el Ejército Rojo ocupara Polonia y, como Szopinska descubrió, quería deshacerse de ellos.
Después de que los alemanes finalmente retomaron Varsovia, Szopinska logró escapar de la ciudad. Fue capturada por el Ejército Rojo e interrogada por un oficial de la policía secreta de Stalin. Cuando Szopinska no reveló nada de sustancia, “me golpeó, me golpeó… Me llamó ‘puta, maldita puta’ en ruso. ‘Morirás’, dijo. Tenía odio, odio – por los polacos. Así es como fue criado”, dijo. “Para ellos éramos espías. Decían que cooperábamos con los ingleses y los alemanes, que junto con los ingleses y los alemanes luchábamos contra los rusos.”
Los soviéticos condenaron a Szopinska a 10 años de prisión. “Dijeron que estaba espiando para los alemanes y los ingleses. De eso se me acusó… Era suficiente para ti ser un miembro del Ejército Nacional.”
Al principio de su sentencia obtuvo una visión de sus captores. A los prisioneros se les preguntaba si tenían alguna queja sobre la forma en que eran tratados. “Dije: ‘Sí’. En el sótano -era diciembre- había tres grifos de agua y tres inodoros y la gente de 20 años tenía que lavarse y mear en 10 minutos. ¿Es posible? No!” Después de que ella y otros prisioneros se quejaran, un guardia dijo, “OK…
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