¡Soy un alevín! ¡Soy una trucha!

¡Soy un alevín! ¡Soy una trucha!

Una historia para todos los públicos.



No sabía qué hacer, ni quien era, ni donde habitaba, pero de lo que estaba convencido era de que tenía que salir de aquel encierro cuanto antes. Así que comencé a coletear, con movimientos cada vez más fuertes, hasta que conseguí romper una especie de membrana que me envolvía y me vi en el agua junto a otros seres afines que, a buen seguro, habían hecho lo mismo que yo. Me vi pequeño y con mucha barriga como todos los demás, así que, siguiéndoles, escapé de la luz y de la corriente que me arrastraba. Nos refugiamos en un fondo tranquilo protegido por rocas, no tenía necesidades y así se vivía bien. Pero pronto me di cuenta que había que andar con ojo avizor, porque de vez en cuando aparecían seres extraños que nos perseguían y muchos compañeros desaparecían para siempre. El grupo se redujo considerablemente en muy poco tiempo. En un embate de esos me vi obligado a salir a la corriente y esta me arrastro río abajo hasta que conseguí orillarme.



La suerte hizo que encontrara un pliegue de una roca del fondo que me pareció el sitio más seguro de este mundo acuático. Fueron pasando los días y mi panza, que poco a poco se había ido desinflando, desapareció, al mismo tiempo comencé a tener forma de pez y sentí hambre por primera vez, así que ponía guardia en mi territorio y todo bichito que pasaba por allí me lo comía. Era muy divertido, iba hacía el y sin más lo atacaba. Con este trajín pronto aprendí a nadar, cada vez podía hacer recorridos más largos y así llegó el momento que me atreví a circular en contra corriente. El sitio era perfecto, la corriente del río arrastraba hacía él muchos insectos y al mismo tiempo me proporcionaba refugio seguro, pero como todo no puede ser tranquilidad, una mañana soleada mientras cazaba en la corriente otro ocupó mi sitió, le tuve que expulsar de mi territorio y esto resultó muy duro, pero me consoló al ver que a unos metros río abajo encontró otro buen lugar para vivir.



Nos encontrábamos de vez en cuando pululando por la zona, competíamos en la búsqueda del alimento, pero nos respetábamos. Seguramente mi territorio era mejor que el suyo y es por esto que pronto me hice más fuerte, también, seguramente, éramos los únicos supervivientes de aquella jerga de pequeños y barrigudos seres. Desde mi refugio le observaba como nadaba y buscaba comida, me di cuenta que era bonito de forma y color, seguramente yo sería igual. Una mañana mientras rondaba por mi zona me encontré con dos seres enormes y extraños, me quedé casi inmóvil sin saber qué hacer, pero de repente les sentí hablar; mira un alevín de este año – sí, que bonito. Siguieron río arriba y fue así como supe que era un alevín. Ser un alevín no debe ser malo, pensé, porque me observaron y siguieron su camino sin más.



Vinieron más sustos y carreras, riadas, vertidos y caudales bajos, pero conseguí seguir creciendo y haciéndome cada vez más fuerte, así llegó un día que buscaba insectos en la corriente y vi entre dos aguas un mosquito de colores muy llamativos que ataqué antes de que la corriente se lo llevará río abajo. Sentí un pinchazo fuerte en la boca y quedé prendido de un hilo del que no me podía soltar a pesar de todos mis esfuerzos y coletazos. Pronto aparecí dentro de una red y de nuevo vi dos seres enormes que hablaban - mira que trucha más bonita pesqué, - buena trucha sí señor. Siguieron hablando y uno dijo, sácale una foto, me apuntaron con algo que hizo un chasquido y pensé que todo se había acabado, pero me soltaron con cuidado y salí escopeteado hacía mi refugio. De la conversación deduje que ellos eran pescadores y yo una bonita trucha. También supe que no todos los mosquitos eran comestibles.



Era una trucha, esto sí que era bueno, pronto me di cuenta que, aunque tenía enemigos peligrosos, otros muchos me admiraban. Si era una trucha, como tal me tenía que comportar, y así fue que imitando a las veteranas aprendí a remontar el río para reproducirme en las épocas de freza y conseguir que nuevos alevines vivieran las mismas peripecias que yo. Sé que soy un simple pez de río, pero soy belleza y movimiento, tengo gran potencia y mucho instinto lo que me hace muy atrayente para la pesca deportiva. Quieres pescarme, inténtalo, pero respeta las normas del juego y ten conciencia de que no soy un juguete, si no un ser vivo y libre que me ha costado mucho esfuerzo llegar hasta aquí. Da ejemplo de buen pescador cuidando el río y a todos los seres que en el vivimos.

Quela pesca sea para ti entusiasmo, misterio, expansión, alegría, superación y relajación. Disfruta. Te espero en el río.

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