Reflexión: historias que tienen un final

Jueves reflexivo: el final de la historia

Hola a todos y bienvenidos un día más. ¡Ya es jueves! Me ha volado la semana, he estado tan liada que se me mezclan los días. Hoy toca el post improvisado, y aquí, en feliz compañía gatuna y con un café empiez a escribir.

Hoy se me ha ocurrido compartir un par de historias de esas que uno conoce sin saber el final y con el paso de los años, de manera absolutamente casual, como en una especie de serendipia, la historia se resuelve.
reflexion


La primera empieza cuando yo era pequeña. Mi madre era clienta de una tienda de esas de toda la vida, y tenía cierta amistad con la dueña. Y dicha dueña solía contar algunas historias personales cuando íbamos a comprar.

Entonces, un día nos contó que el marido de una familiar había desaparecido. Al parecer el hombre salía todas las mañanas a caminar, y luego iba a casa a comer y se marchaba a trabajar. Pero un día no regresó y la policía encontró, en una playa que estaba en la zona por la que caminaba, su cartera y su documentación, todo amontonadito.

Y entonces empezó la pesadilla. La mujer se pasó meses acudiendo a identificar a cualquier hombre que aparecía en el mar, no solo en Asturias, en todo el norte. Y no fueron pocos. Nos decía su familiar, cuando íbamos a la tienda, que estaba en una situación espantosa, porque ver a todas esas personas en las circunstancias que estaban (muchas llevaban un tiempo en el mar) le aumentaba la angustia.

Además, no era viuda ni separada, y no tenía derecho a ningún tipo de pensión, y las cuentas de su marido estaban bloqueadas por la situación. Hablamos de los años ochenta, donde todo era más complicado, y esta mujer era una sencilla ama de casa que se vio sobrepasada.

Tiempo después supimos que se había mudado. Y antes de saber qué tal le iba, la tienda cerró. Y más adelante nosotros nos mudamos, así que la historia quedó ahí, inconclusa.

A lo largo de los años nos acordamos muchas veces de este caso, pero muy de pasada, ya que no supimos más.

Pues hace unos tres años mi hermana estaba en la sala de espera en el centro de salud, cuando una señora empezó a hablar con ella. Y después de un rato de conversación le contó que su marido había desaparecido en los ochenta, y desbordada se había mudado. Mi hermana, cuando se recuperó, le preguntó si era familiar de la dueña de la tienda y sí, era la misma mujer. Y ese día supimos que había sido de su vida.

Parece ser que cuando ya no pudo más se mudó y empezó a trabajar para intentar sobrevivir. Durante mucho tiempo siguió reconociendo cadáveres, pero al final, después de contratar a un detective privado y de hablar con la policía se cerró el caso: llegaron a la conclusión de que el marido se había suicidado. No hubo movimientos bancarios, se fue sin documentación y esto, junto con el resto de pruebas que reunieron y yo no conozco, apuntaba a ello. Y que el cuerpo no apareciese, aquí en el Cantábrico, no es significativo pues es algo muy posible.

Ella nunca rehízo la vida con otra persona, pero al menos se había recuperado. Cuando ya estaba jubilada volvió a Gijón, aunque a un barrio totalmente diferente. No es un gran final, pero al menos sabemos que ella está bien y pudo seguir adelante. Tenía muy buen aspecto, sonreía y parecía animada. Dice mi hermana que no hablaba desde el rencor ni el dolor, estaba en paz.

La otra historia es un poco más reciente. Cuando mis hijos iban a extraescolares siempre esparábamos las mismas mamás, y claro, se hablaba de muchos temas.

Pues una mamá, un día en el que no había nadie más, me contó que una de sus hermanas era toxicómana. Me habló de ella, me relató algunas historias de su infancia y me dijo que la última vez que había estado en casa su padre la había echado porque seguía consumiendo. Ese día llovía y hacía frío, y fue terrible verla marchar en aquellas condiciones. En ese momento no sabían donde estaba, ni si estaba viva o no. La chica sufría mucho porque sus padres se negaban a hacer nada y ella y la otra hermana no sabían ya qué hacer.

Con el tiempo dejé de ver a esta mamá y nunca supe de su hermana. Cuando llovía o estaba muy frío, mi madre y yo nos acordábamos de esa chica a la que habían echado de casa, sin saber dónde estaría en ese momento.

Pues hace unas tres semanas, fui con mi hermana a un parque para perros. Era temprano y llegó una chica con una perra preciosa y muy juguetona. El día era muy agradable y empezamos a hablar con ella, o más bien ella con nosotras. Bueno, pues cuando estábamos contando historias de mascotas de la infancia compartió un par de anécdotas que me sonaban mucho. Y de pronto recordé que eran las que me había contado aquella mamá en extraescolares. Luego nos dijo el nombre, y nos habló de sus hermanas y añadió que estaba en malas relaciones con sus padres. Además, fijándome, vi que se parecía muchísimo a sus hermanas, pero mucho, ya su hermana me lo había dicho, que eran todas muy muy parecidas.

Además de sorprenderme por la cantidad de información que la gente comparte con desconocidos, sentí alivio. Ella nos explicó que está casada y tiene un trabajo que le encanta. Está totalmente recuperada y tiene ilusión. Ahora, cuando esté frío o llueva mucho, sabré que ella tiene una casa, un marido y una perrita preciosa.

Y aquí se acaban las historias. Sé que no son nada extraordinario, pero sucedieron exactamente como las cuento y me gusta recogerlas aquí por si, con el paso del tiempo, se me olvidan.

Muchísimas gracias por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal y un especial con post publicados en 2020.

Muy feliz jueves.

*Sé que se me acumulan los comentarios sin responder pero llevo un par de semanas muy liada, pero intento pasarme por vuestros blogs siempre que puedo.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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