Reflexión; estar en casa

Jueves reflexivo: estar en casa



Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya estamos a jueves, y aunque es fiesta, yo publico y toca post improvisado. Ahora mismo estamos en una situación tan rara que en el fondo, es un día más, no parece ni festivo ni jueves, pero no quiero dejar de escribir por aquí así que con mi café calentito, con mi gato que se me hace mayor y un trozo de bizcocho que hice con arándanos caseros, empezamos.

Llevamos en casa, con el estado de alarma, casi un mes. En mi caso, he estado enferma tres semanas desde finales de febrero, así que ya he perdido la cuenta de los días que llevo encerrada.

Lo único bueno de haber estado tan pachucha(y el resto de los habitantes de mi casa) es que los primeros días no me preocupaba en absoluto salir o no salir a la calle, y eso me ha acortado un poco el confinamiento porque entre fiebres y malestares los días se esfumaban. Pero afortunadamente todo pasa, y la salud va volviendo, aunque tengo el estado de ánimo muy bajo por algunos asuntos familiares, por eso, para ir buscando pequeños alicientes, he decidido que los fines de semana sean un poco especiales, aunque los pasemos en casa. Hago una comida especial, videollamadas a familiares y amigos con los que no hablamos por semana, y vemos algo diferente; una serie, una peli o incluso jugar a la consola todos juntos. El finde pasado estuve hablando con una amiga un montón, y con las primas de mi padre, y los primos de mi madre, y con el grupo de whatsapp de mi familia(cuñados y sobrinos). Vimos alguna peli y tomamos una cervecita con unas aceitunas a media mañana, y preparé un cocido y un arroz con marisco(un día cada cosa). Vale, el marisco era congelado, pero la sensación es la misma, de algo especial.

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Ojalá pueda ir pronto a pasear por el monte

Y ya que os cuento estas cosas se me ha ocurrido hablar de los sábados por la mañana de mi infancia. Ya he contado mil veces(os dejo un post especial de mi infancia aquí) que en mi casa somos de salir mucho, pero los sábados por la mañana, aunque siempre teníamos algo chulo para hacer, nos lo tomábamos con calma y me apetece compartir esos recuerdos y que se queden aquí.

En mi infancia yo vivía muy cerca de mis abuelos, y ellos compraban la leche en una casería que había relativamente cerca de su domicilio, que era muy natural, y cada mañana nos traían a casa unos litros. Por semana era mi abuela la encargada, ya que mi abuelo trabajaba, pero los sábados era él quien venía. Y cada sábado nos traía alguna sorpresa.

Generalmente eran tebeos, que leíamos en la cama. Porque otra cosa guay de los sábados era que desayunábamos, o bien en la cama, o bien en el salón viendo la tele(Sabadabadá, La bola de cristal...), no había que desayunar en la mesa de la cocina. Mi madre nos preparaba una bandeja(la mía era de patitos)con el desayuno, y eso era felicidad.

Y el desayuno también era especial. A veces mi madre bajaba un momento a por un pastel que nos encantaba, una trenza de hojaldre artesanal de una confitería que las hacía riquísimas. Otras veces eran galletas Campurrianas, o Napolitanas. A veces nos compraban en una tienda de esas de barrio(seguimos en contacto con los dueños aunque hace 25 años que cerraron) unas magdalenas artesanales cubiertas de chocolate blanco que estaban, mmmmmm. O nos preparaba mi madre algún bizcocho especial, en otoño tarta con manzanas de la finca...siempre era algo único.

Y los tebeos de mi abuelo eran geniales y aún conservo muchos. A veces eran de El botones Sacarino, otras de Mortadelo y Filemón(porque de Zipi y Zape nos los compraba mi abuela los viernes por la tarde), Copito o Don Mickey, entre otros. Otras veces eran libritos de tapa dura, recuerdo de Heide(cuando querían matar a Copito e nieve), otro de La pequeña Lulú, otro de Bugs Bunny...Me encantaba leerlos en mi habitación, que estaba empapelada con un precioso papel infantil lleno de animalitos, con mis estanterías llenas de muñecas, la colcha rosa preciosa que me había hecho mi madre y mis colecciones de libros y tebeos.

Cuando ya terminábamos de desayunar, si era temprano seguíamos leyendo un rato y después nos levantábamos a ver la tele. Al terminar la tele(generalmente La familia Monster) ya nos preparábamos para ir por ahí a pasar el día o a hacer algo chulo.

Al llegar la adolescencia los sábados eran un poco diferentes. El viernes era nuestro día favorito, pasaba la tarde con amigos, veía mis series preferidas por la noche y a veces iba a la discoteca que alquilaba mi instituto(cerraba a las diez, era todo muy inocente) y hacíamos fiestas: San Valentín, Carnaval, elección de Miss y Mr instituto, Navidad... Pero la mañana del sábado seguía siendo única y también tenía su ratito de lectura. Mi abuelo seguía regalándonos tebeos o libros, algunos eran los de siempre y otros ya más adolescentes. Y lo combinaba con los tebeos de Esther que me regalaba mi mami, o con libros que nos iba comprando también mi madre.

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Aún los conservo, tengo en pequeño(tipo Copito), en tebeo normal y libros gordos

Después de desayunar nos levantábamos pero ya no había la programación de antaño así que mi hermana y yo teníamos sesión de belleza. Hacíamos una sauna de vapor con una cazuela de agua caliente(con romero o manzanilla natural), una limpieza de cutis con exfoliante casero(aceite y azúcar) y nos poníamos mascarillas, generalmente de huevo y yogurt o yogurt con miel. Era todo muy básico pero a nosotras nos encantaba. Y mientras todo hacía efecto aprovechábamos para ver Del cuarenta al uno, con el vídeo preparado para grabar lo que nos gustaba. Y luego nos echábamos cremas, primero las que comprábamos en la perfumería en la que trabajaba una amiga de la familia y luego las que traíamos de los viajes, una tras otra para estar divinas, jejeje.

Y cuando ya estábamos estupendas el día comenzaba. A veces nos íbamos por ahí con la familia, que nos encantaba. O con unos amigos de mis padres, que también era genial. Y otras veces salíamos a hacer algo sencillo en familia y luego, me iba con mis amigas a la discoteca(a la de verdad), arreglada y con la piel radiante(o eso pensaba yo) por todo lo que me había hecho por la mañana.

Pero lo importante de aquellos sábados no era lo que hacíamos ni donde íbamos luego, era esa sensación de felicidad y seguridad que me transmitía estar en casa. Y algo así me pasaba cuando estaba mala. La verdad es que me ponía enferma muy poco, solo algún resfriado ocasional, pero mi madre siempre nos dejaba en casa unos días para que curásemos del todo y no lo arrastrásemos durante semanas.

Pues esos días en casa eran geniales porque no nos encontrábamos mal y jugábamos a muchas cosas. Me encantaba jugar con mi cocinita de la marca Rico, que tenía una batidora que funcionaba, a preparar menús. Con la batidora hacía batidos(agua y colacao), y con lentejas, arroz y garbanzos(unos pocos en crudo) hacía platos chulos para cumples, todo decorado y muy esmerado. Vamos era una especie de catering. En esos días de invierno la casa olía a comida, a refrito de ajo y pimentón y a detergente y suavizante cuando mi madre planchaba.

A media mañana veía series de "mayores" como Dinastía o Santa Bárbara, que solo podía ver cada mil años porque el horario era malo para los niños, pero siempre pillaba el hilo porque apenas avanzaban, jejejeje. Y luego comíamos con mis padres, contando historias y charlando un poco de todo.

Las tardes las pasábamos jugando hasta que llegaban mis abuelos, siempre con alguna sorpresa; un tebeo, gominolas o algunos de los juguetes que mi abuelo nos hacía con madera. Y jugábamos un buen rato con él. Nuestro juego preferido era que nos escondiera algo y para encontrarlo nos daba las típicas pistas de frío, frío, caliente, caliente. Y mi hermana y yo luchábamos por ser las ganadoras, éramos muy competitivas.

Esos días nos dejaban leer en la cama hasta más tarde, o nos traían alguna peli del videoclub. Y yo me daba cuenta de que quedarse en casa no era tan malo, al contrario, era genial.

A veces venía mi otro abuelo con el perro, y eso ya era...el perro que recibía mil achuchones, nosotras que recibíamos de él otro tanto, mi abuelo que siemPre nos traía algo para jugar.

Y con el rollo que os he soltado quiero decir que quedarse en casa no es tan malo auqnue a mí no es algo que me guste en general. Lo importante es estar bien, y aunque estoy acostumbrada a estar poco en casa, y además en poco tiempo he tenido muchos cambios, me he ido adaptando y para mí no ha sido, ni de lejos, lo peor del encierro. Supongo que porque me han pasado cosas mucho peores. Pero ahora puedo leer, ver series, llenar la bañera y hacer esas cosas que normalmente no hago. Obviamente necesito salir, quiero ver la playa, saber si mis cerezos están en flor, abrazar a los que no están conmigo y pasear hasta que el sol se esconda. Pero mientras ese día llega, intentaré hacer estos días agradables para que en un futuro, el recuerdo no sea demasiado malo.

gato

Estar con mi gato es un regalo

Y ya me voy a despedir porque me he enrollado muchísimo. Mil gracias por leerme y comentar, aunque a veces tardo ya sabéis que intento responder siempre a todas las personas que me comentan.

Y vosotros:¿sois de estar en casa o más como yo, de vida en el exterior?¿Qué tal lleváis el encierro?¿Estáis haciendo todo lo que normalmente no hacéis o el tiempo se os esfuma?¿Recordáis buenos momentos de la infancia en casa?

Muy feliz jueves y nos vemos el sábado con un repaso semanal y algún especial.Y si habéis llegado hasta aquí claramente os merecéis un premio.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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