Reflexión: demonizar, despistes y un poco de San Valentín

Jueves reflexivo: demonizar y algunos despistes

Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya estamos a jueves, es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Ya sabéis que odio febrero, a pesar de las cosas buenas y los recuerdos preciosos que tengo es un mes que me asusta. Pues a pesar de eso se está pasando como un suspiro.

Hoy toca post improvisado, así que sin más rollo, empezamos.

Si os digo la verdad no sabía muy bien de qué hablar, pero ayer, leyendo a Miss Potingues, se me ocurrió charlar un poco sobre esa manía de "demonizar", o quizás de perder el tiempo enfadándonos, o simplemente poniéndonos un poco irascibles por cosas que no merecen la pena. Y ojo, no hablo de cosas importantes como la salud, o la subida de la luz, por ejemplo. Hace ya mucho uso a menudo una frase: "deja que fluya". Obviamente no es una frase para todo. Si tengo que pagar algo urgente no puedo dejar que fluya y se autopague. O si estamos enfermos no podemos quedarnos esperando a ver qué pasa. Pero a veces adelantamos acontecimientos y estamos sufriendo antes de tiempo. Y si esas cosas no dependen de nosotros no ganamos nada gastando nuestro maravilloso tiempo en ellas.

Miss Potingues, en el post que leí ayer, se refería a San Valentín, si era o no una fiesta comercial. Claro que lo es. Como la Navidad y muchas otras. Pero mucha gente vive de esas fiestas: fabricantes, tiendas, repartidores, hostelería...Si a uno le gusta, pues a celebrarla y disfrutar. Si a uno no le gusta, pues nada, que emplee ese día en otra cosa. Pero nada de malgastar nuestra preciosa vida en pensar en lo consumistas que son los demás y lanzar exhabruptos al aire, porque es al lugar al que van esas palabras que no aportan, a la nada.

gijon

Este es uno de mis lugares favoritos para pensar

Con los años he aprendido a relativizar las cosas. Y a no demonizar. Por ejemplo, yo soy de comer sano y natural. No me gustan los ultraprocesados y cocino toda la comida yo con productos naturales, muchos cultivados por mí. Cuando todos tuvimos Covid hace dos años, unos días después del fallecimiento de mi madre, la situación fue horrible. Mi suegra me hizo varias compras. En la primera me trajo productos para hacer las comidas que yo suelo preparar: verduras, legumbres, pescado...Y yo estuve 18 días sin bajar de 40º de fiebre, ahogada, con fuertes dolores...y los demás parecido. Vamos, que no me veía ni yo ni nadie de casa ni cocinando ni casi comiendo.

Pues la siguiente compra, tras hablarlo, consisitió en caldos precocinados (más unos que me mandaron), sopa de sobre, latas de comida, cosas congeladas...Y no pasó absolutamente nada. ¿Era la mejor comida para una recuperación? Obviamente no, pero estábamos en pandemia, nadie podía venir a casa a cocinar y es mejor comer un poco peor que agotarnos nosotros cocinando y fregando mil utensilios. Algunas de esas cosas las calentábamos y comíamos en un recipiente desechable y así no teníamos tanto trabajo. Que yo me duchaba de rodillas, imaginaos si tengo que fregar cazuelas y platos.

Cuando fuimos mejorando todo volvió a la normalidad, poco a poco, eso sí. Y aquí seguimos. En otras circunstancias me habría parecido un horror comer albóndigas ya cocinadas, o sopa de sobre. En ese momento me pareció una salvación. Y como yo perdí gusto y olfato, no noté una gran diferencia con las mías, jejejeje. Espero no verme más así, pero vamos, que si tengo que echar mano de lo que viene preparado lo haré sin ningún remordimiento.

Eso es aplicable a mil cosas. Por ejemplo el colorante alimentario. No lo uso, me parece Satanás. Pero alguna vez...Para la sopa azul de Bridget Jones compré uno, lo usé esa vez y luego para manualidades. Fue un cumple espectacular con los míos, el último que pude pasar con mi madre, y jamás me arrepentiré. Usé una cucharadita de colorante para ocho personas. ¿Qué es eso en tres años que han pasado? Nada.

Y merendar pasteles de mi confitería favorita, y comer unas chuches viendo una peli. Si tenemos salud y podemos, yo no lo veo una cosa terrible.

merienda

Esto es de ayer. Los tazones están vacíos, pero nos merendamos café con leche y pasteles. No es lo más sano. No, aunque es de una confitería artesanal, eso sí. El ratito qu epasamos no tiene precio.

Y ya que estoy divagando os quería contar la racha de despistes que llevo. Hace poco nos tocaba renovar el seguro del coche, y decidimos cambiar de compañía. Esta vez lo contraté yo por Internet.

Un día, cuando mi marido venía de trabajar lo paran en un control rutinario y le dicen que lleva el coche sin seguro. Él me llama y me pregunta si el banco ha devuelto el recibo (porque han devuelto algunos recibos sin ton ni son) y yo compruebo en la banca on line y está pagado.

Entonces él, con la policía, se ponen a mirar la póliza, que estaba en el email, y ven que puse mal la matrícula. Mi matrícula es capicúa, y si fuese, por ejemplo, 1221, yo puse 2112. La multa por ir sin seguro son 1200€. Al final, tras hablar y ver que todo lo demás estaba bien decidieron "perdonar" la multa. Y yo me sentí muy muy tonta. De verdad, sé bien el número de mi matrícula, no se puede ir así por la vida.

Y esa misma semana fuimos a la finca a pasar la tarde. Teníamos que llevar herramienta, y al cogerla vimos que estaba un poco sucio el maletín en el que iba dicha herramienta, así que se me ocurrió meterlo todo en una bolsa de basura porque no tenía una bolsa normal tan grande, para no manchar el coche, y ya se limpiaría en la finca.

Bueno, pues bajamos y no había ni un alma en la calle. Tiramos la basura (bueno, yo tiré la basura que mi marido iba muy cargado) y cuando estamos en el garaje echamos en falta las herramientas. ¡Sí! Las había tirado a la basura.

Volvimos al contenedor, que está justo delante del portal, y en ese momento parecía aquello una imagen de "El show de Truman", cuando empieza a salir gente de todas partes. Miramos en el contenedor y no supimos cual era nuestra bolsa. Desesperados (la herramienta era cara y nos hacía falta) entramos en el portal y cogimos la escoba de la limpiadora, y con el palo fuimos pescando bolsas, que abrimos y miramos. Obviamente, la nuestra no fue la primera, sacamos unas cuantas. Aquello era un cuadro: todo el mundo nos vio rebuscando en la basura. Y yo, que a veces me vengo arriba, cuando sacamos la nuestra empecé a aplaudir. Si, mejor no digáis nada.

Y a estas horas, y tras una semana muy intensa, se me acaban las ideas. Para ir terminando diré que la vida hay que disfrutarla, y está muy bien tener las ideas claras, y no aceptar todo por sistema (yo siempre fui muy reivindicativa), pero si alguien es feliz celebrando San Valentín, disfrazándose por Carnaval o jugando a los bolos, ¡alegrémonos por esas personas! Y si otro alguien prefiere quedarse en casa limpiando, viendo la tele o va a bañarse en el mar a la luz de la luna, ¡alegrémonos también! Vivir rodeados de gente feliz siempre es sano y contagioso, y cada uno es feliz a su manera, mientras no haga daño, todo vale.

Lo importante es disfrutar de la vida, ser felices y valorar lo que tenemos. Habrá días malos, claro, en los que nos falten las ganas y las fuerzas. Y días cansados. Pero siempre que podamos, vamos a quedarnos con lo bueno. Y si no sabemos cómo hacerlo, dejemos que fluya.

Mil gracias a todos por leerme y nos vemos el sábado con el repaso semanal.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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