¿Puede el Pakistán presionar a la India en relación con su política de Cachemira?

Con el incesante bloqueo en Cachemira cruzando 200 días, los cachemires están expuestos a la peor clase de violaciones de los derechos humanos. Los extremistas hindúes, disfrutando de la protección de las autoridades, se enfrentan regularmente a los que protestan contra la Ley de Enmienda de la Ciudadanía (CAA), lo que da lugar a enfrentamientos mortales. Mientras que la mentalidad radical hindú que se está alimentando bajo el gobierno de Modi está poniendo en peligro la vida de los musulmanes no sólo en Cachemira sino en toda la India, los recientes enfrentamientos en Delhi son el presagio de lo que vendrá. Incluso cuando los dirigentes pakistaníes han destacado meticulosamente el conflicto de Cachemira a nivel internacional, la condición de los musulmanes no sólo en Cachemira sino en toda la India sigue deteriorándose.

Los acontecimientos recientes reflejan un camino claro adoptado por el Pakistán: dar prioridad a Cachemira en todos los foros. La reunión a puerta cerrada del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Cachemira, la reunión del Trump-Khan en el Foro Económico Mundial, la visita del Primer Ministro Imran Khan a Turquía y Malasia o la reciente visita del Secretario General de las Naciones Unidas al Pakistán, han contribuido a poner en primer plano la cuestión de Cachemira. Si bien estos acontecimientos han internacionalizado efectivamente la controversia, no han logrado poner fin a las miserias de los cachemires. En el contexto de esas circunstancias, es imperativo y difícil para el Pakistán ejercer presión diplomática internacional y luego transformarla en sanciones económicas contra la India. Sin embargo, existe una necesidad imperiosa por parte de Pakistán de explorar opciones para nuevas coaliciones que presionen a la India en relación con su política sobre Cachemira, una de las cuales es la alianza “Irán-Turquía-Malasia-Pakistán”.

Durante su reciente visita a la India, el Presidente de los Estados Unidos Donald Trump reiteró una vez más su oferta de mediar en Cachemira diciendo: “Si puedo hacer algo para mediar, lo haré”. Sin embargo, la oferta de Trump de mediar depende de que ambos países acepten la oferta y mientras que el Pakistán acoge con satisfacción dicha mediación, la India tiene una larga historia de desestimar ofertas similares de mediación sobre Cachemira, calificándolo de “cuestión bilateral”. En lo que respecta a subrayar la importancia de las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Cachemira, durante su visita al Pakistán, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo hincapié en la resolución de la controversia de Cachemira mediante el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad y ofreció su función de mediador. Pidió a la India que garantizara que la población de la región ocupada disfrutara de los mismos derechos fundamentales y la libertad de circulación de que disfrutaba el pueblo de Azad Cachemira. Si bien esos acontecimientos y declaraciones, incluidas las de Guterres y Trump, son importantes para que el Pakistán ejerza presión diplomática, esa presión seguirá siendo insuficiente a menos que se traduzca en sanciones económicas, lo que empujaría a la India a reconsiderar su política de negación que está privando a los cachemires de sus derechos humanos básicos.

La internalización de la controversia de Cachemira es sin duda el paso más importante y un gran éxito diplomático, un paso que no fue tomado con la misma eficiencia por los anteriores gobiernos de Pakistán. Sin embargo, no es un fin en sí mismo sino un medio eficaz para resolver este conflicto. La internacionalización de la controversia sólo puede ayudar a trazar un camino para que el Pakistán aplique su política sobre Cachemira y, si bien se debe hacer hincapié en ello, también se debe prestar la misma atención a la configuración de la política real del Pakistán sobre Cachemira, que todavía carece de dirección, claridad y solidez. Por lo tanto, se requiere la misma atención por parte del Pakistán para trabajar en la elaboración de una política eficaz sobre Cachemira.

En cuanto a la política del Pakistán sobre Cachemira, existe una necesidad imperiosa de que el Pakistán replantee su mensaje sobre la cuestión de Cachemira, yendo más allá de la mera retórica y haciendo hincapié en el aspecto jurídico y la terminología. En lo que respecta a la derogación de los artículos 35A y 370, debería hacerse más hincapié en el hecho de que esta medida de la India constituye un crimen de guerra, ya que viola el artículo 49 del Cuarto Convenio de Ginebra, según el cual se prohíben los traslados forzosos de la población civil desde el territorio ocupado y dentro de él. Además, en lo que respecta a los informes sobre la situación de los derechos humanos en Cachemira preparados por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), el Pakistán debería haber instado al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas a que investigara de manera independiente las denuncias de violaciones de los derechos humanos en Cachemira por conducto de una comisión de investigación, en lugar de limitarse a acoger el informe. Esa respuesta habría enviado una fuerte señal que mostraría la determinación del Pakistán hacia la cuestión de Cachemira.

Si bien la posición de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad es de suma importancia con respecto a Cachemira, plataformas como la OCI también podrían ser importantes para construir un caso para Cachemira. Sin embargo, dado que la geopolítica desempeña un papel importante en la determinación de la posición que adopta cualquier país sobre una cuestión, convertir la presión diplomática en sanciones económicas a través del Consejo de Seguridad o de la OCI resultaría un desafío para el Pakistán; no obstante, tendrá que propagar persistentemente la causa de Cachemira en el ámbito de la terminología jurídica, a fin de reforzar su mensaje.

Sólo cuando el Pakistán pueda reunirse y persuadir a una alianza para imponer sanciones económicas efectivas a la India -por las atrocidades cometidas contra los cachemires- se verá obligada a reconsiderar su política en Cachemira. Dado que las sanciones económicas son más eficaces cuando varios países trabajan conjuntamente, el Pakistán tendrá que persuadir a los agentes económicos poderosos para que se unan a ese esfuerzo. La situación ideal sería que esas sanciones se impusieran mediante una resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No obstante, esto parece poco probable en un futuro próximo, dadas las relaciones de la India con cuatro de los cinco miembros permanentes, con excepción de China. El Pakistán, por lo tanto, debe hacer todo lo posible por convencer a un grupo de países -que ya han respaldado la posición del Pakistán sobre Cachemira- de que impongan colectivamente sanciones económicas a la India.

En un momento en el que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos optaron por pasar por alto la posición de Pakistán sobre Cachemira reforzando sus vínculos económicos y diplomáticos con la India, una “alianza Irán-Malasia-Turquía-Pakistán” podría resultar una alternativa constructiva a la OCI para solidificar la posición de Pakistán sobre Cachemira. Para ello, el Pakistán debe esforzarse por materializar la asociación entre Turquía, Malasia y el Pakistán que se está debatiendo al margen del 74º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas; los tres países han expresado su intención de trabajar colectivamente para desmantelar las ideas erróneas asociadas a la percepción de los musulmanes en todo el mundo mediante la introducción de medidas para combatir la islamofobia. Si bien esa cooperación podría ser sustancial para poner de relieve la difícil situación de los cachemires y los musulmanes en la India, la inclusión del Irán en esa coalición podría resultar en una presión diplomática sustancial sobre la India. La cuádruple alianza de este tipo también sería importante en el contexto de las recientes declaraciones de los dirigentes iraníes sobre los enfrentamientos de Delhi, en las que, a pesar de que el Irán y la India comparten lazos de amistad y colaboran en el desarrollo del puerto de Chabahar, el líder supremo del Irán, el Ayatolá Alí Jamenei, amenazó a la India con aislarla del mundo islámico a causa de la ola de violencia organizada contra los musulmanes indios. Para la India, el puerto de Chabahar tiene una inmensa importancia estratégica y declaraciones como las procedentes del Irán podrían resultar perjudiciales para los objetivos estratégicos y económicos a largo plazo de la India. Para el Pakistán, esto significa que el apoyo del Irán a la postura del Pakistán sobre Cachemira, aunque todavía se encuentre en la etapa diplomática, tiene el potencial de transformarse en apoyo económico, y el Pakistán debe aprovechar plenamente esa oportunidad.

Sin embargo, para que exista una coalición de este tipo, el desafío para el Pakistán sería no sucumbir a la presión internacional que le impide participar en cumbres importantes como la de Kuala Lumpur. Sólo cuando la diplomacia proactiva del Pakistán se combine con sólidas alianzas políticas y económicas con esos países, podrá allanarse el camino para la posibilidad de una intervención internacional contra la India por su política represiva en Cachemira.

Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son los del autor.



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