Pero decirle a los abuelos que tus hijos son también vegetarianos, esa es otra historia.
Y explicarles que tu hij@ no tiene ninguna carencia, y que es delgad@ por su constitución física, escapa a su entendimiento.
“Abuela, ya te he dicho que es delgada porqué yo soy delgada y su padre también. No tiene ninguna carencia, tiene un crecimiento normal para su edad, además,…. no puede ser gorda, porque nosotros no hemos sido nunca gordos.”
“Bueno, pero de vez en cuando le puedes dar un filete o comprarle algo de pescado.” Te contesta ella.
La abuela nació y se crió en una aldea gallega en plena posguerra de la Guerra Civil Española. El núcleo urbano más cercano se encontraba a más de 10 kms. de distancia.
Siendo la mayor de cinco hermanos y huérfana desde los 12 años, pasó muchas calamidades hasta que no llegó a una edad adulta. No pudo ir a la escuela, con frío, lluvia y sin abrigo, trabajaba las tierras del cura por unos míseros reales y unas cuantas manzanas. Cuando viene a casa en Nochebuena, siempre nos cuenta, entre otras historias, que su cena de Navidad consistía en un plato de patatas con un poco de bacalao salado.
Ella no entiende de vegetarianismo, ni de compasión animal:
“Cuando el hambre aprieta, no hay que tener remilgos, tienes que matar los pollos y los conejos que tengas a mano.”
“Cuantas veces he tenido que sujetar al cerdo para la matanza, siendo una niña!!”
Una niñez muy dura, y a sus ochenta años, no se ha quitado esa desesperación de encima.
Por otro lado, están los míos,…
Mi padres siempre nos han enseñado a ser agradecidos con la comida. Que la comida es comida, y que muchas personas no tienen nada que echarse a la boca.
Mi padre era el más pequeño de cinco hermanos, vivía con sus padres y sus tres tíos. Una familia muy numerosa y un solo sueldo para alimentarlos.
“Cuando llegaba del colegio, sin haberme llevado nada a la boca en todo el día,… iba a la bolsa del pan, y al verla vacía se me caían dos lágrimas.”
“Salía al campo y me iba al primer naranjo que veía,… me comía las naranjas verdes. Me rechinaban hasta los dientes.”
Hoy es el día, que mi padre se pone nervioso si ve la nevera casi vacía.
No solemos discutir con ellos de la alimentación de nuestra hija, pero si es verdad que vivimos situaciones muy disparatadas. Sobre todo cuando los dejamos al cuidado de nuestros retoños,….
“En mi casa hay que comer carne.”
“Anda, cariño, no le hagas esto a la abuela, que te he comprado este lenguado, solo para ti.”
“Dile a mamá que te compre San Jacobos, que están muy ricos. Pero no le digas que te lo he dicho yo”
“Te he traído un chorizo del pueblo, que está para chuparse los dedos.”
Y así, un sinfín de situaciones de las que me entero más tarde.
Al principio me revelaba con ellas con dureza, para más tarde arrepentirme y llegar a la conclusión:
Ellas son abuelas y desempeñan un papel fundamental en la trasmisión de valores, han vivido otra época y me ayudan en la medida de sus posibilidades con la crianza de mi pequeña.
Pero como en casa de los abuelos, los niños son los que mandan. Los niños vegetarianos tienden a decir:
“Noooo,… eso no,… yo no como animales.”
Y batalla resuelta!!!!
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