En julio de 1944, la Gestapo empujó la puerta de Marie-Madeleine Fourcade mientras cazaba espías de la Resistencia Francesa. La empujaron a un lado, saqueando su apartamento para obtener información sobre un importante miembro de la célula de la Resistencia conocido como “Alianza”. No sabían que su cabecilla era la propia Fourcade. La incapacidad de reconocer, y mucho menos de imaginar, a una mujer espía no era sólo un defecto alemán: a lo largo de la Guerra Secreta de Madame Fourcade , lo mismo se demuestra en los hombres de todos los bandos de la Segunda Guerra Mundial. Y hasta hace poco, sugiere la autora Lynne Olson, lo mismo para el resto de nosotros.
El libro de Olson forma parte de una reciente ola de trabajos que destacan las mujeres del espionaje de la Segunda Guerra Mundial (véase “Resúmenes de libros”, más abajo). Pero la historia de Fourcade destaca: de 1941 a 1945, lideró la red de espionaje más grande y duradera de la Francia ocupada. A pesar de su enorme contribución a la Resistencia Francesa, Fourcade no se encontraba entre las personas honradas al final de la Segunda Guerra Mundial; una larga rivalidad política entre Charles de Gaulle y el fundador de la Alianza, el ex oficial de inteligencia Georges Loustaunau-Lacau, hizo que la red fuera políticamente venenosa. Vivió hasta 1989, publicando incluso unas memorias sobre su heroísmo, pero recibió poca fanfarria hasta el nuevo libro de Olson.
No es que Olson glorifique a su súbdito, sino que muestra a Fourcade como una estrella en una amplia constelación de resistencia mientras la Alianza de 3.000 miembros se niega a cumplir con el gobierno de Vichy. Bajo Fourcade, interceptan las comunicaciones, roban documentos y ayudan a la inteligencia aliada. Incluso proporcionan un mapa de 55 pies de largo de las playas de Normandía que detalla sus fortificaciones alemanas, un documento crucial para la estrategia del Día D.
Fourcade, que se crió en la riqueza y vivió una larga vida de glamour casual, no nació exactamente como un rebelde. Pero le sorprendió la complacencia de sus compañeros, muchos de los cuales se asociaron con los nazis y ayudaron al gobierno de Vichy. La voluntad de Fourcade de ponerse en peligro mortal por sus principios la puso en el camino hacia el spydom y el liderazgo, después de que la policía de Vichy capturara a Loustaunau-Lacau y la tomara como su sucesora.
Tenso y absorbente, La Guerra Secreta de Madame Fourcade está llena de traiciones, escapes rápidos e identidades secretas: se disfraza, reparte nombres en clave de animales (Fourcade, ella misma, es el modesto pero duro “Erizo”), y en un momento dado incluso escapa de los nazis meneándose desnuda a través de los barrotes de la ventana de una prisión. Aunque el elenco de personajes de Olson es casi demasiado grande – los lectores le agradecerán que incluya mini-resúmenes de los agentes clave de la Alianza en el comienzo mismo – el libro todavía se siente intensamente pe…
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