Lo que dicen un ratón y un perro

Zoraida Azahara

Un día, un ratón y un perro, se pusieron de acuerdo para dar un mensaje al duende Cascabel. Aprovecharon su ausencia, jugaron al corre que te pillo y Alf tiró dos libros de la estantería. Al ver el duende sus preciados libros tirados en el suelo, se enfadó. Ciertamente era algo inusual. ¿Alf estaba enfadado con él y pagaba su rabia con los libros?

Cascabel es muy alegre y docto. Tiene montones de libros, todos ellos organizados en las estanterías, como si fuera una biblioteca. Por eso no le agrada que nadie los maltrate y le faltó poco para echarle un rapapolvo al podenco descarado.

Ambos hicieron amistad en cuanto se miraron a los ojos, pero el duende dejó claro desde el inicio que su guarida es suya y de nadie más. Alf puede husmear entre las raíces gordotas de la anciana higuera que sobresalen de la tierra, incluso orinarse de vez en cuando, faltaría más. ¡Pero de ahí a maltratar sus libros! Sin embargo, cuando los miró con atención, dijo:

¡Gracias, Alf! Me había olvidado de que tenía este material tan valioso. ¿Recuerdas que te dije que necesitaba X para Y? ¡Aquí está la X!

Días más tarde volvió a ladrar como un loco ante el estudio de Cascabel.

¡Bueno! ¡Ya ha cogido algo!

En el suelo había un libro. Entre risas, le dije a Cascabel, más enfadado que alegre, que ahí tenía otro mensaje.

¡Este no tiene nada que ver con Y! ¡No digas tonterías!

Un par de días más tarde

¡Mira qué escribí! -Dijo Cascabel casi eufórico. Me trajo el libro tirado, señalando su grafía en la primera página. Lo había devuelto al estante tras haber leído título, autor y una página abierta al azar, sin encontrarle sentido. Pero algo de poso debió quedarle-. ¡Lo tenía completamente olvidado!

Lo que llamó a la puerta de su consciente fue un sueño abandonado.

Mientras, en esos días, a la par que Alf miraba a Cascabel como diciendo “no te enteras de nada”, quedó patente que se había autoinvitado un huésped en la higuera, un pequeño ratón marrón que abandonó el estudio al romper la calma el estruendo del aspirador. Huyó despavorido y sigiloso hacia una hoquedad en el tronco de la higuera. Ahí se atrincheró. Por la noche, cuando todos dormíamos, debió correr campo través porque ya no volvió a haber rastro de él.

¿Y Cascabel? ¡Ah, Cascabel!

¿Sabes? He decidido retomar mi sueño. Va a ser duro, voy a tener que hacer frente a dificultades de todo tipo. Especialmente, voy a tener que lidiar con lo peor de mi. ¿Qué te parece?

Estoy muy orgullosa de ti, Cascabel.

Nota: Las féminas del nido usan esta práctica (coger un libro y leer una página abierta al azar), cuando se sienten un poco obtusas o embotadas, sin aire que circule por las neuronas, porque les ayuda. La próxima vez que te encuentres atascada en algo, un asunto o un problema, prueba a hacerlo tú. Vale cualquier libro, incluso el diccionario. Pero que no te obsesione qué libro coger, ¡hazlo al tuntún!

Hada Azahara

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