Like a demon

Y tu dejaste la puerta entreabierta al irte ¿Qué se suponía que debía hacer? Me levanté con la vista nublada, al parecer el cielo y las nubes se equivocaron de hogar y dieron a parar en mis ojos.
La silla pareció darme un impulso, un aliento para que me levantara, las llaves llegaron a mi como el viento se deslizaba entre mis cabellos cuando reíamos. Cerré la puerta sin ánimos, sin fuerzas. La llave fue la que dio el último suspiro, el último adiós, la última vez en la que te vería.
Mis adicciones parecían llevar tu nombre, ese cigarrillo que se quemaba al viento, que se pegaba en mis labios, que se humedecía con las lágrimas y se sujetaba de mis dedos. Mis rodillas buscaron refugio en el suelo, mi cabeza gacha, mis ojos lloviendo y derramando sentimientos que parecían en ese momento perdidos. Tú te fuiste como si nada, tu chaqueta, tus llaves, tu sonrisa en el rostro. Y de pronto ya estaba de pie camino al baño. Le di muerte a mi cigarrillo en el lava manos, el grifo comenzó a hacer su función y mi rostro con el maquillaje corrido parecía una pésima obra de arte, un no poema de amor, una no chica de ciudad. Me saqué cualquier rastro de llanto, de dolor, de vida. Me volví a maquillar, suspirando hondo para no llorar, mi garganta quería cerrarse, dolía la presión que ejercía para no llover en mis mejillas. La vista se quería nublar, pero no le daba el lujo. Alcé mis pestañas, me puse la mejor ropa que tenía, no la más elegante, la favorita. Sujeté mi cabello en algo parecido a un remolino de cabello atado con un elástico. Tomé tu taza de té y la lancé por la ventana, tu ropa la quemé, tus cartas las incendié y ahogué, tus recuerdos los comencé a ahorcar y no les di ilusión de volver. Cuando pensé que todo había acabado, sonó la canción que te dediqué sin decírtelo, corrí al baño, el retrete parecía un buen amigo a quién abrazar, quién me podía consolar en esos momentos, y salió todo dentro de mi, tu veneno, tu "amor", tus besos, tus caricias, ya no quedaba nada. Me levanté, lavé mis dientes y estaba allí, tu cepillo. Y nuevamente comenzó el invierno, el baño era el mejor lugar en donde estar, tan solo, tan frío, tan nada. Llené la bañera, me acosté y dejé que el agua hiciera lo suyo mientras encendía otro cigarrillo que se quemaba al filo de la soledad del cuarto,  no importaba la ropa en esos entonces, y ahí sonó en la radio la canción final:
Oh my god, I feel it in the air telephone wires above are sizzling like a snare.
Honey, I’m on fire, I feel it everywhere, nothing scares me anymore. 

Y lo grité ¿Qué más podía hacer? Luego de eso vendría lo mejor, olvidarte.



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