Jueves reflexivo: un paseo

Reflexión del jueves: mañanas de paseo

Hola a todos y bienvenidos un día más. ¿Qué tal ha ido la semana? Espero que genial.

Hoy vengo con el post reflexivo, un post improvisado con mi gato y una infusión calentita que me encanta, bueno, y un pastelito de Belem que me ha traído mi hijo y que sabe que son mi perdición.

Y sin más rollo empezamos.

Hace bastante tiempo que no describo un paseo y ya que la mayoría de las mañanas salgo a pasear me apetecía compartir uno de ellos.

Últimamente estoy muy liada, así que intento sacar tiempo para caminar por las mañanas(a veces correr pero eso ya implica tener que ir a casa para volver a ducharme y si paseo despacio puedo ir directa a donde sea sin pasar por casa)y de vez en cuando me gusta observar.

Y quiero hablar de un paseo que dimos uno de los días más tranquilos, de esos con más tiempo, un paseo largo y chulo.

El otro día salimos de casa temprano, pero no tanto como otras veces, había amanecido, al contrario que otros días, pero el sol aún no estaba en todo lo alto.

El día en cuestión la temperatura era de lo más agradable y decidimos caminar bastante. Empezamos por el paseo de El Muro, que es el paseo que recorre la playa.

Ese es uno de mis lugares preferidos en el mundo, a cualquier hora, cualquier día y en cualquier estación.

A esas horas estaba lleno de gente que había salido a caminar. Me encanta ver a las señoras mayores, a veces en grupo y a veces solas, con sus mallas, sus zapatillas deportivas y sus camisetas. Y la mayoría caminan a buen ritmo y con mucha gracia.

Y también hay mucha gente de todas las edades corriendo, y muchos van por el carril bici que transcurre paralelo al paseo de El Muro, y entre bici y bici vemos patinetes, patines y monopatines.

En cambio la playa se veía tranquila, sin gente, y con ese color gris que solo hay en las primeras horas.

playa-san-lorenzo

La playa tempranito es una gozada


Entonces seguimos caminando hasta el final del paseo y nos metemos en la ciudad. Ahí se ve que el día va cobrando vida y vemos a muchas mamás y algunos papás que van con los niños al cole. Me encanta pasar al lado y notar ese olor a colonia infantil y verlos todos repeinaditos. Algunos van callados y medio dormidos y otros, como hacían mis hijos, van charlando, escuchando cuentos o repasando las tablas de multiplicar.

En una de las zonas la calle entera olía a colonia infantil y en un momento dado se escuchaba el sonido que hacían las mochilas de ruedas; sonaban acompasadas y llenas de vida.

Poco a poco nos alejamos y fuimos por una de las calles más concurridas. Ahí el ambiente era menos relajado; más de paso.

Se veía a mucha gente arreglada que iba caminando con prisa, ya no había ni rastro de personas con ropa deportiva ni niños camino del cole.

A ambos lados de la calle, que es peatonal, hay comercios y en ellos ya se notaba el movimiento. En un par de perfumerías las dependientas estaban sacando a la calle expositores con productos de promoción y en una de las tiendas de ropa estaban cambiando el escaparate.

Ajenos a la prisa que parecía haberse apoderado de la calle nos detuvimos a mirar algunos escaparates, que aparecían vestidos de otoño, una extraña contradicción con el día de sol que nos acompañaba.

Tomamos entonces una desviación y pasamos al lado de algunas cafeterías de esas que me encantan. La calle entera olía a café, y no sé porqué no me encajaba demasiado, a mí las calles que huelen a café me recuerdan al invierno, a mañanas en Madrid, en Londres y como no, en mi ciudad. Siempre he relacionado el olor a café con el invierno, auqnue lo tomo todo el año.

Poco a poco fuimos saliendo de esa calle y el ambiente se fue "relajando". Ya no había gente con prisas, las personas con las que nos fuimos cruzando eran señoras con los carritos de la compra, algunas abuelitas empujando las sillitas de los nietos, gente con ropa deportiva que sin duda había salido a caminar pude ver incluso grupos de gente charlando tranquilamente.

Y envueltos en ese paseo relajado volvimos al paseo de la playa, nos apetecía cerrar el círculo.

Una vez allí decidimos bajar a la arena, descalzarnos y caminar por la orilla del mar. El agua estaba helada, pero es una sensación de lo más relajante.

Ahora que se ha terminado la temporada de playa los perros pueden bajar a jugar al arenal y la verdad es quenos reímos mucho contemplándolos.

En algunos puntos hacían pandilla, y los más pequeños eran los qu elo dirigían todo.

También nos encontramos con surfistas que son un espectáculo, alucino al verlos coger olas.

Y las gaviotas descansan en algunos rincones, los menos transitados, mientras observan en silencio.

Cuando llegamos al final dimos la vuelta y recorrimos toda la playa hasta la iglesia que la culmina.

Y cuando estábamos a punto de llegar nos quedamos alucinados al ver a dos chicos vestidos con largas túnicas grises realizar unos saltos mortales increíbles.

La gente les hacía fotos, pero yo estaba tan embobada que les hice la foto al terminar, cuando se estanan quitando las túnicas.

playa.-monjes-budistas


Y luego supe que eran unos monjes budistas que la siguiente noche realizaron un espectáculo increíble en el teatro. Mi hija asistió pero en ese momento la verdad es que no me acordaba para nada.

Luego estuvimos jugando un poco con unos perros, dimos la vuelta y salimos por una escalera que tiene lavapies.

Tras quitarnos la arena de pies y piernas nos sentamos en la escalera a secarnos y pude contemplar a los bañistas.

La mayoría pasan de los 70 años y acuden a diario a bañarse, esté el día como esté. ¿Y sabéis lo qu emás me gustó? Que sus conversaciones eran de lo más optimistas.

Últimamente solo escucho a la gente hablar de lo caro que está todo, de lo mal qu elo hacen los políticos y de lo malo y terrible que es todo. Pues esta gente hablaba de cosas relajantes y distendidas, incluso se reían.

Y cuando ya nos secamos emprendimos la vuelta a casa.

El paseo de la playa no solo estaba lleno de gente caminando o corriendo, ya había mamás con niños en la sillita, parejas paseando, grupos de amigos de cierta edad y gente que iba con sus perros para que jugaran en la arena. Todo bullía y estaba lleno de vida.

Por el camino compramos el pan(que empezamos a comer antes de llegar, lo confieso) y enseguida llegamos a casa.

La verdad es que nos esperaba una tarde larga pero yo estaba tan relajada con el paseo que pude afrontar la tarde y lo que se me pusiera por delante.

Y hasta aquí el post. Lo sé, me enrollo como una persiana, jejeje, pero al relatar aquí estos paseos me quedan como recuerdo porque cuando escribía diarios los paseos no los detallaba tanto, y al releerlos vuelvo a recordar momentos buenos.

Muchas gracias por leerme y nos vemos el sábado en el repaso semanal, donde además pongo algún post rescatado qu etiene muchos años o alguna cosita extra.

Muy feliz jueves a todos.

Fuente: este post proviene de Pequeños trucos para sobrevivir a la crisis , donde puedes consultar el contenido original.
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