La isla de Hashima, es quizás con Chernóbil, la ciudad fantasma del mundo más impresionante.
Su historia es corta, pero tiene de todo, progreso, riqueza, miseria, esclavitud y muerte.
También se la conoce como Gunkamjima, que significa Isla del Acorazado, ya que, por su forma, tamaño y estructura, parece uno de estos buques de guerra, famosos hasta la segunda guerra mundial.
Se encuentra situada a 20 kilómetros de la costa de Nagasaki y tiene cuatrocientos ochenta metros de largo por ciento cincuenta metros de ancho, pero en su momento fue uno de los lugares más densamente poblado del planeta.
La historia de la Isla de Hashima, comienza en 1887 cuando llegan los primeros habitantes como consecuencia del descubrimiento, de una gran veta de carbón. Este hecho la convirtió en un punto estratégico de primer orden, Japón no dispone prácticamente de recursos naturales y está obligado desde siempre a importar materias primas, sobre todo cuando comenzaba el despertar del Japón industrial, la necesidad de carbón subió de manera espectacular.
La gran compañía Mitsubishi compró la isla de Hashima en 1890, año en que comenzó su explotación siendo de su propiedad hasta el año 1974, en el que cerró la mina y con ella, el abandono inmediato de toda la población de la Isla, convirtiéndose casi de la noche a la mañana en una ciudad fantasma.
Pero vamos con su historia, entre los años 1885 y 1889 se perforaron dos grandes túneles verticales, de casi doscientos metros de profundidad hasta llegar al lecho marino y en 1916 la producción de carbón llego a ser ciento cincuenta mil toneladas de carbón, pare ello era necesario un gran número de trabajadores que se hacinaban en la superficie de la pequeña isla en unas durísimas condiciones.
Ante la necesidad de cobijar a los trabajadores la compañía decidió tomar medidas y empezó la construcción de edificaciones para ellos, consistían en pisos de hormigón armado, de los primeros levantarse en Japón, capaces de proteger a los empleados y sus familias, de los poderosos tifones que de vez en cuando asolan la isla de Hashima.
La falta de espacio hacía que los apartamentos fueran minúsculos y que se buscara la construcción en altura, apiñándose cada vez más ya que la población no paraba de aumentar, debido a que la demanda de carbón era cada vez mayor.
Los preparativos de guerra eran muy exigentes, la industria pesada no paraba de fabricar gigantescos barcos de guerra, entre ellos los más grandes acorazados del mundo y los mayores y más modernos portaaviones del momento. Japón debía expandirse por la fuerza y necesitaba hasta la última gota de sus recursos.
Pero el curso de la segunda guerra mundial no solo consumía recursos materiales, también consumía un gran número de hombres, para cubrir el inmenso frente en que se había convertido el Pacífico. Eso llevó a una trágica y cruel decisión.
Los mineros fueron sustituidos por esclavos. Centenares de jóvenes, cuidadosamente seleccionados por estar sanos y fuertes fueron deportados de Corea y de China, siendo trasladados a la isla de Hashima, que se convirtió así en un campo de concentración de trabajadores forzosos.
Las condiciones de vida eran durísimas, explotados hasta los límites de sus fuerzas, con una dieta de hambre y sin ninguna medida de seguridad. Fueron hacinados en los edificios más deteriorados, con siete a ocho personas en minúsculas habitaciones, vestidos con uniformes que los mismos prisioneros calificaban como bolsas de arroz. Con el paso del tiempo esta suma de crueldades minaba la salud tanto física como mental. Las enfermedades proliferaron causando la muerte por puro agotamiento físico, los frecuentes accidentes también se cobraban su cuota y para finalizar, la desesperación y la falta de esperanza, sabiendo que era totalmente imposible escapar, hacía que muchos se arrojaran al mar desde las altas murallas, para poner fin al infierno en que mal vivían.
Lo anecdótico del caso es que pudieron ver, aunque en ese momento no lo entendieron, el final del Imperio japonés, en esa inmensa nube con forma de hongo que se elevó desde la cercana ciudad de Nagasaki, el 9 de agosto de 1945.
Al final de la guerra más de 1300 de estos trabajadores forzosos habían fallecido, sus cadáveres fueron incinerados sin más ceremonia en los hornos del propio recinto.
Tras la guerra la isla no perdió su importancia, el carbón seguía allí, y era más necesario que nunca, los obreros, ahora otra vez japoneses, no escaseaban, el país estaba arrasado y la población en la miseria.
La isla progresó en 1959 la densidad de población de las más altas del planeta, por no haber no había espacio ni para los vehículos de motor, se va a todos lados caminando y todo esta comunicado por una maraña de túneles subterráneos, la forma metódica de hacer las cosas de los japoneses, consiguió hacer habitable un lugar que para nosotros casi sería impensable, convirtiéndose en un ejemplo del nuevo despegue económico japonés, una cuidad ejemplo de modernidad y aprovechamiento del espacio hasta límites imposibles.
Pero su existencia y desarrollo dependía de un único factor, si este fallaba todo acabaría y eso es justamente lo que pasó.
En 1974, como consecuencia de la sustitución del carbón por el petróleo, la mina cerró, no habiendo otro medio de vida en la pequeña isla fue abandonada, y ha quedado como congelada en el tiempo. Parece que una gran catástrofe obligó a sus habitantes a abandonar el lugar rápidamente, aunque es más lógico pensar que se fueron con lo imprescindible porque no tenían donde llevárselo por falta de medios de trasporte.
Desde entonces, la ciudad fantasma es un gran experimento de cómo se deteriora rápidamente una urbe cuando nadie la cuida.
Series documentales como el Mundo sin nosotros la han usado como lugar de rodaje para mostrar que pasaría si el hombre desapareciera de la faz de la tierra. También se ha usado como escenario donde se rodaron algunas de las escenas de la película de James Bond “Skyfall”.
En el año 2002 Mitsubishi cedió la isla a la ciudad de Nagasaky, en la actualidad se puede visitar la isla de varios operadores turísticos, pero por el mal estado de la misma el acceso prohibido en muchas zonas.
Por último, una pequeña reflexión, viendo cómo se multiplica la población del planeta, ¿no será la forma de vida de Hashima, la que nos espera en un futuro no muy lejano? Solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta.
Imágenes cortesía de: youtube; kor.theasian.asia; taringa.net y twitter.com
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