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Reflexión: la importancia del ahora

Jueves reflexivo: la importancia del ahora

Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya estamos a jueves, y es el día del post improvisado. Llevo un tiempo sin hacer la sección así que estoy un poco desentrenada, a ver si me sale bien. Y ahora, sin más rollo, empezamos.

Esta semana ha sido rara. Por un lado he tenido unas experiencias estupendas, venía de una escapada en el puente, y ayer fui a un evento que os contaré la semana que viene y me encantó, así que todo genial. Pero por el otro he tenido malas noticias de gente de mi entorno. No son personas de mi familia cercana, pero sí personas queridas. Y claro, esas cosas duelen. Y precisamente este tipo de situaciones me hacen centrarme más en el día a a día, en valorar lo que tengo y en disfrutar cada momento.



Esto lo he repetido por aquí mucho, tal vez demasiado. Pero es que, al ir avanzando en la vida, me voy reafirmando. Me he dado cuenta de que, en el fondo, la vida es muy fácil y nos la complicamos demasiado. Obviamente no hablo de gente que vive en países en guerra, que sufre abusos, maltratos o enfermedades. Hablo de personas como yo, con una vida que podríamos calificar de buena. En mi caso tengo una casa para vivir, coches para desplazarme, puedo comer todos los días, tengo libros, ropa adecuada para el clima (frío, calor, lluvia), opciones de ocio y salud para mí y los míos. ¿Puedo quejarme? Creo que es bueno querer mejorar y no conformarnos, pero siendo conscientes de nuestra inmensa fortuna.

Conozco a mucha gente que protesta por todo. Si llueve porque llueve, si van a la playa porque hay mucha gente, o está la marea llena, o no pudieron aparcar donde querían. Personas que montan un drama por cosas muy tontas. Yo ya no me agobio por casi nada. Hace mes y medio estaba de obras. Pues me pasé cuatro días sin bañera y rodeada de polvo, cajas y materiales de obra. Pues no pasa nada, me iba a la finca y nos duchábamos allí. Si no hubiese tenido la finca había ido a la piscina o a casa de mi suegra, pero no habría montado un drama. Se puede protestar un poco, claro, pero luego borrón y cuenta nueva.

Este verano he disfrutado mucho, he intentado dejarme llevar y casi todos los días fueron buenos, pero tengo algunos que me resultaron especialmente buenos y los tengo grabados a fuego. Uno de ellos fue en agosto. Organizamos una comida familiar a la que acudieron mis cuñados, mi suegra y mis sobrinos. Esta vez la hicimos en la finca de uno de mis cuñados. La idea era que cada uno llevase algo de picoteo, pero al final, como buenos asturianos, llevamos un montón. Juntamos unas 15 tortillas, otras tantas empanadas, chorizos a la sidra, tablas de embutidos, tablas de queso, lomo frito...por no hablar de postres, fruta y de todo. Y no faltó la sidra, el vino, la cerveza y la sangría. Pero con moderación, en especial los conductores. Esta vez no usamos las vajillas buenas, había platos distintos, la mayoría corrientes. Y el café lo hicimos en tandas en la cafetera italiana. Pero a pesar de la sencillez, todo sabía a gloria.



Por la mañana nos divertimos mucho charlando, y a la hora de comer cayó el diluvio. Entre risas decidimos juntar toldos y sombrillas, y cuando terminamos de nuevo volvió el sol.

Fue genial, la verdad. Tuvimos una sobremesa agradable, de esas que desearía guardar para siempre y la tarde fue muy entretenida. Pudimos pasear todos juntos antes de cenar, mis hijos y sus primos charlaron y se divirtieron, y mi suegra estaba encantada con sus hijos y nietos.

Volvimos tarde, cansados y con mucha comida porque nos repartimos todo lo que había sobrado, y así ya teníamos menú para el día siguiente. Pues cuando volvíamos en el coche, mi hijo no paraba de repetir lo mucho que le había "prestado" (le había gustado). Y es que fue genial, y sin grandes lujos, todo de lo más sencillo.

Otro día muy bueno para mí fue en septiembre. Mis hijos tenían que trabajar, pero al final ambos libraron, y se presentaron en la finca. Yo no contaba con ellos así que comimos lo que había. Os podéis imaginar el batiburrillo: un poco de queso, un poco de jamón, aceitunas, hummus, y dividimos la ensalada de pasta que había llevado para dos. Y cogimos higos, moras y fresas, así que no estuvo tan mal. Pero lo bueno, lo que se me ha quedado grabado es ver a mis hijos juntos. Por sus trabajos y estudios (sí, siguen formándose aunque han terminado sus estudios propiamente dichos) se ven poco, así que disfrutan esos encuentros. Después de comer cogieron sus sillas y se sentaron a la sombra. Y estuvieron hablando, viendo vídeos graciosos y compartiendo anécdotas. Entonces les hice unas fotos y cuando se las envié por whatsapp se morían de risa y las titularon: las señoras a la fresca. Ese día no hice nada de lo que había planeado, ni atendí el huerto, ni quité malas hierbas ni recolecté nada de nada, solo lo que comimos. Y me dio exactamente igual.

Pues un día sin expectativas, comiendo lo que había y sin hacer ningún viaje o excursión, resultó perfecto.



Hubo muchos más días estupendos, pero haría un post eterno y pesado. Lo que quiero decir es que hay que agarrar el momento. Parece que hoy en día hay que ser productivos 24 horas. Pues yo prefiero pasar ese tiempo con las personas y animales que me importan, y si algo tiene que esperar (no hablo de trabajo o cosas urgentes, hablo de una limpieza extra, un cambio de armario o cosas así), pues que espere.

Pasar una tarde leyendo, viendo una peli o paseando, sin más ambición, es un lujo que no voy a desaprovechar. Este verano una amiga me dijo que estaba aprendiendo a no hacer nada, y me lo he apuntado.

Me he jurado que no voy a agobiarme antes de tiempo. Cuando era jovencita me asustaba más, recuerdo una vez que no cerré una cuenta bancaria y me enviaron una carta bastante amenazante que hablaba incluso de embargo. Pues pasé una noche...no podía dormir, tenía taquicardias y me veía en la calle. Al día siguiente mi madre me acompañó a la Unión de Consumidores me explicaron que mucha gente deja cuentas sin cerrar, que un embargo lleva un proceso y no es tan fácil. Al final pagué un poquito para cerrar la cuenta y tema olvidado. No mereció la pena ese sufrimiento.

Cuando mis hijos eran pequeños había una competencia/preocupación que era demasiado. Todos querían que sus niños fuesen los primeros en andar, y si tardaban un poco ya era un drama. Y lo mismo para hablar, quitar el pañal o comer sólido.

A ver, el desarrollo es importante, pero si el niño está bien no hace falta ser los primeros en todo . ¿Alguien os ha preguntado, para obtener un trabajo, a qué edad empezasteis a caminar? Pues eso, no es tan importante, los niños crecen muy rápido. Disfrutemos las etapas.

Y por hoy voy a parar. Me despido diciendo que el día a día es importante, que hay que disfrutar todo lo posible y apoderarse de esos momentos tan buenos que nos regala la vida.

Muchas gracias por leerme y nos vemos el lunes.

Feliz finde.

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