Buenos días a todos y bienvenidos. Ainnnns qué raro se me hace escribir a estas horas, llevaba ya un tiempo sin hacer mis post improvisados pero creo que este es un gran momento para retomarlos. Y sin más rollo empezamos.
Ahora que el verano poco a poco se acaba me ha dado por echar la vista atrás y he estado pensando mucho.
Cuando era pequeña mis veranos, como los de muchos niños, eran geniales; días largos de sol y playa, vacaciones chulas de todo tipo, viajes, pueblo, escapadas...tardes cogiendo moras, comidas y cenas familiares, paseos para buscar luciérnagas...y me daba miedo crecer.
Pero llegó la adolescencia y la juventud y los veranos también eran geniales; playa con amigos, discoteca, verbenas, cenas, alguna escapada...eran distintos pero seguían siendo buenos porque además hacía viajes geniales con mi familia, seguía yendo al pueblo y todo estaba bien así que crecer en el fondo no estaba tan mal. Y de nuevo quería retener el tiempo.
Y cuando mis hijos eran pequeños me sentía tan feliz que me daba miedo pensar en que esa etapa pasara. Cada año nos íbamos de vacaciones, pero además siempre hacíamos excursiones, comidas familiares, las fiestas del pueblo, playa y más playa, senderismo, conciertos...y ellos eran tan peques, tan llenos de preguntas, abrazos, besos, cosquillas e inocencia que me asustaba pensar en qué pasaría cuando ellos crecieran.
Pues han crecido y el mundo ha seguido girando. Los viajes de vacaciones los hemos hecho algún año, no siempre, pero este año por ejemplo he tenido dos escapadas más unos días en el pueblo, varias excursiones y unas cuantas comidas familiares así que tampoco hay queja.
Soy muy pesada pero el monasterio, que se supone que está embrujado, por dentro es genial.
He ido a la playa, no como iba con ellos, he ido de otra manera y he sido feliz. He ido a conciertos y de comidas, he dado paseos y abrazos y no me resistí a tomar cerveza bajo los árboles, y puedo decir que he disfrutado.
No es post patrocinado ni nada así, es que una cerveza fría en el campo con algo de picar es lo más.
Lo único malo son las ausencias. En mi caso han disfrutado a mis hijos hasta muy mayores, incluidos mis abuelos, pero aún así las ausencias pesan. Lo bueno es que ese miedo que me daba pasar etapas lo he ido borrando y me dedico a disfrutar, sin más.
El otro día nos fuimos de excursión todos con mi madre y mi hermana y hubo un momento en un monasterio que os he compartido por redes sociales en el que, a pesar de las penas por los que e nos dejaron demasiado pronto, me sentí afortunada, muy afortunada.
En redes sociales he puesto muchas fotos pero es taaaaan bonito. Por cierto en el móvil se ve muchísimo más verde que en el PC, en realidad el verde impactaba.
Ver a mis hijos reír con mi hermana, ver a mi madre hacer fotos de grupo con ilusión y sentir que aunque la vida pase siempre hay momentos buenos fue una sensación genial.
Y ya la última. Qué pena que el color cambie, era un verde muy muy intenso.
Ahora toca disfrutar del otoño, una época que me encanta. Iré a buscar castañas, cogeremos las manzanas de la finca, haremos compota y manzanas asadas, pasearemos al anochecer para empezar a notar el frío y veremos las calles brillar bajo la lluvia.
Y aunque ya no tenga 18 años ni vaya con mis amigos y mi novio a la playa sin prisas, aunque ya no tenga dos niños pequeños con los que construir castillos de arena y aunque ante mí se extiendan días cada vez más cortos y llenos de frío estoy contenta porque he disfrutado este verano y con un poco de suerte podré disfrutar el siguiente, tal vez vuelva a otro monasterio embrujado, o pasee por un pueblo marinero a la caída del sol, o quizás simplemente me siente en un banco a ver la gente pasar, pero haga lo que haga pienso disfrutarlo.
Y la verdad es que no sé muy bien como seguir así que hasta aquí llega el post, me he atascado un poco, necesito coger el ritmo, a ver si mi gato me inspira para el proóximo día porque hoy me he bloqueado y ya no sé como seguir.
Muchas gracias por leerme y nos vemos el sábado en el resuemn semanal.