Puerto de Cartagena, 9.00 Horas
Cada día que pasa estoy más convencida de que la sección que bauticé con esta nueva manera de ver la vida desde que me mudé, no tiene tanto que ver con el lugar en el que viva.
Cartagena me ofrece como sitio, pero también como ciclo.
VIVIR LENTO corresponde más con un cambio de prioridades, una amplitud de miras, una declaración de principios que deseo llevarme conmigo vaya donde vaya a partir de ahora.
Viva en una jungla de asfalto o en un pueblo perdido, curre como una posesa o esté en paro más aburrida que una ostra, mi vía de escape sea mar o montaña. Me propongo siempre y siempre tomarme ese tiempo de observar y disfrutar de las cosas bonitas.
Son mi gasolina.
Patio interior de la Universidad de Cartagena
Todo esto lo digo porque mis últimas semanas han sido todo menos lentas.
Integrar una Lanzadera a veces puede suponer algo estresante.
Es muy motivador, abre tu cabeza a millones de posibilidades, te obliga a evolucionar pero a la vez saca de ti todo, lo bueno y lo malo.
La parte buena es que no tienes más remedio que gestionar todo aquello inclinando la balanza hacia el lado positivo.
En ello estoy.
Y entre que me lanzo y que no me lanzo, busco ver cosas así.
Como la fresca brisa que alivia el calor cartagenero...
El Molinete con Sam
Balneario de Archena
Calblanque y la visita de mis padres en junio.
El carro antiguo restaurado por los internos de La Huertecica.
La Biblioteca del Casino de Cartagena. Asistimos a una visita teatralizada
Una higuera de Calblanque. Mi padre recogió unos higos que salían a la dulce infancia.
El molino del Molinete.
Estreno menorquinas brillantes y paseamos por el puerto.
El Valle de Ricote es verde y frondoso casi casi como El País Vasco.
PD: Aquí mi maridín se parte al leer este post. Me dice que estoy hecha toda una peñiquera* de pro ;)
*Peñiquero: dícese del procedente de "La Peñica", nombre que popularmente se atribuye a Cartagena.
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