-Recomiéndame un libro de poesía.
Como si la poesía fuese objeto de recomendación, o yo sujeto de recomendar. Lo hice, de mala gana, como hago todo aquello que me disgusta. Y me sentí sentado en el sofá como los libros de Cernuda, Lorca o Machado, muy recomendables y recomendados pero solitario, quizás hasta decir basta.
Basta, me dije.
La poesía es como ella; pura desilusión del papel a la realidad.