de Peter Kilduff, Grub Street, Londres, 2010, 39,95 dólares.
La retrospectiva, como se dice, es 20-20, y tiene mucho juego cuando se exploran los antecedentes de los más notorios capos del Tercer Reich. A primera vista, el segundo al mando y jefe de la Luftwaffe de Adolf Hitler, Hermann Göring, es considerado popularmente como un caso clásico del héroe de ayer: un as del aire de 22 victorias, receptor del Blue Max y último líder del Circo Volador del Barón Rojo, que se ha convertido en el villano corrupto y venal de hoy en día, visto con desprecio por los aviadores que comandaba.
El experto aéreo alemán de la Primera Guerra Mundial, Peter Kilduff, se centra exclusivamente en la vida de Göring desde su infancia hasta el armisticio de 1918. Revela algunos actos genuinos de heroísmo y muestras de liderazgo profesional. Más intrigantes, sin embargo, son las insinuaciones de antisemitismo, el autoengaño narcisista, la tendencia a la exageración egoísta y el talento para hacer contactos influyentes que surgen en el curso del ascenso de Göring.
“Quiero sobresalir sobre la manada humana, no para seguirlos, sino para que todos me sigan”, escribió Göring a una novia en 1915. A pesar del reumatismo que truncó su carrera como oficial de infantería y que a menudo le apartó del combate aéreo, Göring se distinguió como observador y más tarde como piloto de reconocimiento y de combate. Sin embargo, incluso entonces, sus relatos mostraban el deseo de ajustar el acontecimiento a sus fantasías. Después de derribar un Nieuport para su octava victoria el 8 de junio de 1917, Göring describió a su oponente como “un experimentado piloto de caza, que ya había derribado cinco aviones alemanes”. De hecho, fue la primera misión del segundo teniente australiano Frank D. Slee del escuadrón Nº 1, del Cuerpo de Vuelo Real, antes de que se convirtiera en un “invitado del Kaiser”.
Dado el mando de Jasta 27, Göring generalmente demostró ser un buen líder de escuadrón, salvo por un comentario antisemita que llevó a uno de sus mejores pilotos, Willy Rosenstein, a exigir un traslado. Göring fue demasiado terco para admitir que le debía una disculpa a Rosenstein, pero lo suficientemente astuto como para pasar por alto el feo incidente dándole al futuro as una carta de recomendación favorable. Es más indicativo de la capacidad de Göring para causar una buena impresión en las personas adecuadas que de sus habilidades marciales el hecho de que se le concediera la Orden Pour le Mérite después de 17 victorias, en un momento en que el estándar estaba fijado en 20. A las dos semanas de recibirla, elevó su puntuación a 20.
En una escena que inspiró el clímax de la novela El Máximo Azul , el 3 de julio de 1918, Göring voló un caza experimental, el Zeppelin-Lindau D.I, tras el cual Wilhelm Reinhard, el elegido de Manfred von Richthofen …
Fuente: este post proviene de geopolitico, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado: