En Washington, la oportunidad de terminar finalmente la guerra más larga de los EE.UU. supera cualquier crítica sobre los confusos parámetros del acuerdo. Por otra parte, en Kabul, algunos actores importantes, incluido el Presidente Ashraf Ghani, sólo están cooperando a regañadientes con el Embajador Khalilzad, el enviado de paz de los Estados Unidos que está presionando para convocar el diálogo intra-afgano, especialmente ahora que el acuerdo del 10 de marzo para iniciar el plazo del diálogo intra-afgano ha pasado.
La resistencia política inicial a los acuerdos de Doha, incluida la decisión del Presidente Ghani de no liberar a 5.000 prisioneros talibanes o de nombrar un equipo de negociación, indica que reconciliar los intereses en conflicto de los actores afganos no será una tarea fácil en el futuro. Sin embargo, los encargados de formular políticas optimistas esperaban que las elecciones presidenciales del Afganistán de septiembre de 2019 dieran lugar a un presidente legítimo que pudiera unificar la nación, facilitar la retirada de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y dirigir el diálogo intraafgano con los talibanes.
Esto no ocurrió obviamente. La reelección de Ghani sigue nublada por la controversia, rodeada de dudas sobre la imparcialidad de las comisiones electorales. Tanto Ghani como su principal rival electoral, Abdullah Abdullah, han celebrado ceremonias de inauguración declarándose presidente. Los representantes de la comunidad internacional asistieron a la ceremonia de Ghani a bajo nivel, mientras que a la ceremonia de Abdullah se sumaron las poderosas elites políticas del Afganistán. El actual enigma electoral sigue socavando el proceso de paz. Es demasiado arriesgado soportar aún varias semanas más de incertidumbre para iniciar el diálogo intra-afgano, y no puede haber un proceso de paz sin una entidad gobernante legítima en Kabul.
Por esta razón, la única manera de unir estos dos procesos es crear un Gobierno de Reconciliación Nacional con Ghani como responsable del gobierno y Abdullah como responsable de los esfuerzos de paz y reconciliación. El GNR sería fundamentalmente diferente del Gobierno de Unidad Nacional (NUG) que se estableció después de las controvertidas elecciones de 2014. A diferencia del NUG, que tenía un programa de reformas, el mandato del GNR será centrarse en las negociaciones con los talibanes a fin de alcanzar un acuerdo político. Mientras tanto, su alcance ejecutivo y administrativo se circunscribirá limitando al presidente a abusar de su poder político mediante la introducción de un Primer Ministro ejecutivo. Además, el objetivo principal de la RNB sería esencialmente descentralizar el poder político y allanar el camino hacia la paz y la reconciliación. A este respecto, el Parlamento afgano, en su calidad de poder legislativo del Gobierno, puede supervisar eficazmente la nueva estructura política para asegurar su supervisión. Sin embargo, tendría una repercusión práctica menor en la labor de la RNB, más allá de la confirmación de ministros y la introducción de piezas legislativas.
Por otra parte, un esfuerzo coordinado de los donantes para financiar únicamente las funciones esenciales del gobierno mientras se celebran negociaciones reduciría las posibilidades de corrupción y haría hincapié en la necesidad de poner en marcha el proceso de paz. Esto se debe a que el inicio del proceso de paz afgano y el logro de un acuerdo político es de suma importancia para la comunidad internacional, así como para el pueblo afgano.
En este sentido, el GNR tendría la oportunidad de nombrar un equipo representativo nacional, que idealmente estaría compuesto por la generación más joven, que es más astuta políticamente y tiene un interés directo en relacionarse con los talibanes. Además, el nuevo gobierno también podría nombrar un consejo de reconciliación nacional autorizado para establecer los parámetros generales de la posición del gobierno. El Presidente puede formar parte de este consejo o incluso puede dirigir el órgano, pero su función ejecutiva tendría que decidirse sobre la base del consentimiento de sus miembros.
Es importante mencionar que dentro de esta amplia concepción estructural de la GNR, muchos detalles tendrían que ser trabajados entre los partidos políticos y los representantes del gobierno. El historial de las elites afganas en la búsqueda de consenso o incluso en el pensamiento a largo plazo no es muy positivo en la historia reciente del país. Pero esta propuesta establecería por lo menos algunos incentivos estructurales de una manera más propicia a la creación de consenso que la cuestionable elección de un presidente débil que ha dividido al pueblo según líneas étnicas y regionales. Desde el punto de vista político, las cosas han ido mucho más allá del ámbito de los resultados ideales. Se han desperdiciado demasiadas oportunidades y ahora estamos en el reino de las últimas oportunidades que le esperan al país.
Por lo tanto, la estructura de cualquier gobierno futuro debe centrarse en un gobierno de base amplia en el Afganistán que incorpore a los talibanes como un actor político importante, pero que ciertamente no esté dominado por el grupo, ya que un Afganistán controlado por los talibanes no es aceptable para el pueblo afgano ni para sus socios y partidarios internacionales. Por lo tanto, es igualmente importante que la comunidad internacional apoye a un futuro gobierno nacional que esté representado por todos los afganos, incluidos los talibanes.
Con este fin, la comunidad internacional debería centrarse en apoyar un gobierno responsable que no escatime esfuerzos para utilizar los recursos y las ayudas en la construcción del país y en el trabajo hacia una paz duradera con los talibanes. Por esta razón, la comunidad internacional debería utilizar su poder para persuadir a las élites afganas de que formen un gobierno nacional que sea aceptable para el pueblo de Afganistán, así como la comunidad internacional que ha invertido en sangre y tesoros durante las dos últimas décadas.
Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son los del autor.