Epístola a Lugar

20070126
12:45Juicioso me siento y escribo la epístola del tiempo en lugar. Confluyen de nuevo en mi mente pensar y sentir sin son ni ton, pues no es parranda lo que sucede en mi ser. Abarco con mi niope caminar, mi culebreado andar y mi sintonizado observar, el mundo y sus claroscuros parajes. Adentrado en el bosque caperucito se encuentra disfrutando de la caza de le
tras lupinas y buscando la claridad del sol a través de algún ramaje descubierto en medio de lo tupido. Centrado en el boscaje y en sí, dispone la despedida de cabos por partir y amarres de barcos zarpados en costas lejanas. Se desencuentra con sentimientos de batallas y guerras enteras, en medio de territorios de otrora bienvenida pero ajenos y de destierro en su actual transcurrir e imaginar. Sin pensarlo siquiera suelta a Zafiro, su león alado, compañero en batallas que no sienten deber librar, maestro de vuelo humano que no se llego a materializar y amigo fiel en la distancia al partir en busca de un nuevo guerrero y amor en horizontes lejanos. El alado felino alza en vuelo con fuerza, esquivando los ojos de su antiguo jinete. Sus alas, concentradas enérgicas en su partir, lo alejan de lo que su corazón lo retiene. Sin poder contener su reflejo, gira su cabeza y aguza su mirada dentro la pupila de su amigo estatua; reconoce reflejado en sus ojos lejanos, petrificados, la veta del guerrero, y en un giro de sus alas, su cuerpo en picada se deshace en caída y muerte, nacimiento y fusión en el pecho de su antes compañero ahora un-sólo-ser, un AngoneL guerrero, listo en completo para dar la batalla y vencer sin combatir.

13:00



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