Pude buscar mis sonrisas en el lugar que las perdí aquella mañana de diciembre... respirando ese olor a pan recién hecho de las seis de la tarde, aun con las luces navideñas... aquel lugar donde mis ojos recuperaron el brillo, y donde además descargue el peso de dolores rancios en aquellas plazas, por aquel "cafelito"...
Vi las macetas en mi balcón, pero ya no es mi balcón, dejó de serlo aquella mañana, al igual que mi cristalera, y mi persiana que se atascaba de un sola parte. Las sillas desnudas del amor que las llenó, solitarias de mis sonrisas, de mis sabores... de mi olor, huérfanas de mi... descubrí de pronto que lo mejor que le pasó en la vida a toda esta realidad fui yo, y no al revés como creía... con mi partida, se acabó la magia... al ver todo aquello, solo vi el esqueleto que era antes de mi llegada, y comprendí que al no estar yo, todo dejó de tener sentido, y la vulgar realidad llenó cada rincón de mezquindad, de ausencias... como esas macetas sin vida, sin corazón, que cuelgan insondables en el precipicio de la indiferencia y la vulgaridad, sin flores, sin nada, llenas de espacios vacíos...
Y que fue de ti... te volviste un cascarón hueco, te desgastaste como una cinta de mala calidad, sin amor, sin tener el consuelo de mi voz, de mis sonrisas al despertar... como una servilleta usada al viento... desechable... viviendo en la oscuridad de una vida sin la luz de mis ojos negros, que te convertían cada día en un gigante, cuando el punto luminoso dejó de serlo porque no estaba yo para percibirlo, y la soledad que dejé al marcharme te transformó en un insecto pequeño... insignificante... lleno de ... espacios vacíos...
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