Ensayo/Discurso: La esperanza, el futuro y el país

¡Hola otra vez! Estas últimas semanas he estado pensando en la situación que los Venezolanos estamos atravesando y, bueno… aquí está el resultado.

Esto es un ensayo, pero parece más un discurso… por eso el título de la entrada

Aclaratoria: esto es escrito por una nacionalista de corazón –entiéndase por nacionalista una persona que ama a su país, independientemente de los problemas que esté atravesando-, por una persona que desea con todo lo que es que su país mejore y que el pueblo abra los ojos.

Advertencia: tener mente abierta al leer. 

(Comienzo)

Como seres humanos que somos, estamos íntimamente ligados con nuestros sentimientos… quizá hemos colocado murallas alrededor de ellos, para que nadie los use como juguetes, pero aun así están allí. Se pueden ocultar, pero no ignorar. Están siempre ahí, bajo la piel, bajo las risas falsas y las máscaras de maquillaje y, de hecho, tan importantes son que nuestro mismísimo día podría cambiar de perspectiva, de matiz, con sólo tener un sentimiento en lugar de otro.

La verdad es que nuestros sentimientos, al igual que nuestra mente, son nuestro punto más débil -por lo que, si se quiere llegar a la gente, si se quiere transmitir algo, ahí es donde se debe tocar.

Creo que el sentimiento más necesitado en la humanidad es la esperanza. Quizá por eso se venden tantos libros de autoayuda, historias de romance donde hay un "felices para siempre"; porque la gente necesita algo a lo que aferrarse. La mayoría de las veces nos aferramos al futuro… porque el presente es demasiado abrumador. Y eso no está mal, por supuesto, pero a veces pienso que nuestro optimismo no es más que rebeldía disfrazada, que no es más que la misma esperanza renunciando a la posibilidad de darlo todo por perdido.

Nada está del todo perdido hasta que se acaba la esperanza.

Y aquí la esperanza no se ha acabado, porque la esperanza somos nosotros mismos.

Toda cosa grande comienza de a poco, y tengo fe en que así será esta nueva generación, la nuestra. La sociedad es algo que puede forjarse, incluso cambiarse, y ese cambio comienza en cada uno de nosotros. Con sólo cambiar nuestra forma de pensar podemos cambiar nuestras acciones, y con cambiar nuestras acciones, nuestra forma de vivir.

Sé que parece imposible que podamos cambiar al país, al mundo entero, a la sociedad que ha atacado –y juzgado– tanto durante tantos siglos, pero los comienzos siempre son la etapa más difícil. Y la forma de cambiar la sociedad… es haciéndola más sensible y conciente. Más sensible al llanto de un niño sin comida, al rostro de una persona sin hogar, al bolsillo de un padre trabajador cuyo sueldo ya no alcanza para sostener a su familia; necesitamos sensibilidad a los sentimientos del prójimo, y conciencia de que no somos los únicos que atravesamos dificultades.

Necesitamos conciencia ante dos hechos:

El primero, que la sabiduría es el camino nos llevará a la libertad que queremos, aspiramos y soñamos,

Y segundo, que con el egoísmo no llegaremos a ningún lado, a que ser de un partido u otro no nos dará lo que anhelamos como nación: seguridad, bienestar, protección y felicidad; a estas cosas llegaremos estando unidos y con respeto, comprensión, tolerancia y muchísimo, muchísimo apoyo –entre nosotros.

No necesitamos que venga un súper héroe con una capa para rescatar lo que queda de este país; necesitamos abrir los ojos y darnos cuenta de la verdad que siempre ha estado justo al frente, pero que hemos sido tan egoístas que no lo hemos podido ver; necesitamos fe, paciencia, y optimismo hacia el futuro, hacia nosotros mismos…

Porque, si no creemos en nosotros, como individuos y como Nación, ¿quién lo hará?

Porque, si nosotros no queremos el país donde hemos crecido y vivido tantos momentos indescriptibles, ¿quién lo va a hacer?

            Y no, señores, no se trata de política; se trata de querer lo que es nuestro y de ser lo suficientemente valientes para luchar por ello.

No digo que nos tapemos los ojos y hagamos de cuenta que no está pasando nada; al contrario, pido que los abramos y que podamos ver que, más allá de todos los problemas, justo al final, aun hay una luz.

¡Gracias por leer!

K.V.CarMichael,

30/07/2015

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