Polunin amaba la gimnasia y sus padres decidieron sacrificarse por él. Su abuela materna se fue a trabajar a Grecia, su padre a Portugal y su madre se trasladó a Kiev junto al joven. Y de la capital de Ucrania a Londres para que su hijo se formara en la British Royal Ballet School. Todos con el objetivo de poder costear los estudios de Sergei.
Sergei Polunin
Al tiempo que su carrera profesional despuntaba, su vida privada se desmoronaba sin remedio. Polunin no aceptó el divorcio de sus padres y el ballet le obligaba a mantener una estricta disciplina. Trabajaba el doble que el resto de bailarines para llegar a lo más alto.
Con 19 años su enorme sacrificio se vio recompensado al convertirse en el bailarín principal más joven de la historia de la Royal Ballet de Londres. Polunin luchó contra sus emociones, contra el cansancio y las frustraciones, pero el bailarín sufrió depresiones que combatió con excesivas salidas nocturnas, aireadas a través de las redes sociales.
Los medios de comunicación le adjudicaron el papel de "chico malo", primero por darse a la bebida y, después, a la droga. Sergei llegó a subir al escenario "colocado" y bajo los efectos de la cocaína. A raíz de aquello nadie quería trabajar con él. Las grandes compañías preferían trabajar con alguien más seguro y predecible. El controvertido bailarín mostró su rebeldía llenando su cuerpo de tatuajes y en 2012, con 22 años, anunció que abandonaba la Royal Ballet para, por fin, ser libre.
Polunin en "Take Me to Church", 2015
Hoy sus padres se sienten culpables por no haber sabido manejar mejor la situación. Nunca le preguntaron si realmente quería ser el mejor; tampoco le advirtieron de los peligros de serlo.
En la actualidad continúa ejerciendo de bailarín y está felizmente comprometido con la bailarina rusa Natalia Osipova. El recién estrenado documental Dancer narra la historia de este ucraniano que hizo historia. La vida del James Dean del ballet bien merecía ser contada.