El Greenbrier, White Sulphur Springs, Virginia. (Carol M. Highsmith/Biblioteca del Congreso)
B Bajo el inmenso candelabro de cristal del Cameo Ballroom de Greenbrier, alemanes y japoneses estaban a punto de luchar. La escena era un baile de “conocerte” de abril de 1942 para diplomáticos, personal y familias alemanas y japonesas atrapados tras las líneas enemigas desde Pearl Harbor y detenidos temporalmente en el centro turístico White Sulphur Springs, en Virginia Occidental. Pero cuando un japonés invitó a una mujer alemana a la pista de baile, los alemanes se ofendieron. Los aliados del Eje se enfrentaron hasta que intervinieron agentes del FBI.
Hasta pocos días antes del baile de abril, los alemanes habían compartido el alojamiento en el Greenbrier con un grupo de italianos, todos desde el 22 de diciembre de 1941, esperando ser intercambiados por americanos detenidos de forma similar en el extranjero. Aunque bajo la atenta mirada del FBI, los dos grupos se atacaron mutuamente. Cuando los alemanes “Sieg Heiled”, los italianos los ignoraron, y saludaron las afrentas alemanas con desafíos al duelo. El 2 de abril de 1942, al darse cuenta de que la dinámica social del Greenbrier necesitaba una reorganización, las autoridades enviaron a los 237 italianos al Grove Park Inn -en Asheville, Carolina del Norte- y los reemplazaron por los 330 japoneses que antes se encontraban en el Homestead, una instalación igualmente elegante en Hot Springs, Virginia.
Desafortunadamente, la cohabitación germano-japonesa resultó ser peor que la germano-italiana. El jaleo del salón de baile fue sólo un ejemplo de la animadversión racial y la burla que los alemanes mostraron. El 18 de abril, cuando las noticias de la incursión de Doolittle en Tokio llegaron al Greenbrier, los alemanes saludaron a los japoneses que se aventuraban en el comedor con largos y estridentes silbidos -como bombas que caían- que culminaron con fuertes bofetadas en las mesas.
Uno de los americanos que mantenía los bandos separados era Roy L. Morgan, de 33 años, un ronco y calvo nativo de Virginia Occidental. La facilidad de Morgan lo hacía ideal para dirigir la seguridad de los detenidos japoneses y, al estilo del verdadero hombre G, cultivaba informantes de bajo nivel entre ellos.
Ese esfuerzo se convirtió en una estrecha relación con el agregado de prensa de la embajada de Japón en Washington, Hidenari Terasaki, de 42 años. Atrayendo y congraciándose, Terasaki se convirtió en una fuente frecuente de información, que Morgan transmitió, desde el Homestead y más tarde el Greenbrier, al director del FBI J. Edgar Hoover. Terasaki se enfadó con los “autoritarios y prepotentes” alemanes cuya patria “está tratando de obtener todo lo que pueda de Japón”. Pero también intentaba aclarar cómo y por qué…