Desde hace unos años, la obsesión por llevar una vida sana, con dieta sana y deporte ha surgido como setas en otoño. Llegó la fiebre del running y la gente se puso a correr hacia los gimnasios, cuanto más low cost sea mejor.
No es de extrañar que haya gente que se sienta mal en su cuerpo al ver tanto afán por los cuerpos delgados y musculosos. Tampoco es de extrañar ver que haya sobre todo mujeres que se sientan así, empujadas también por las revistas y la presión social que llevan encima.
¿Quién ha dicho que una mujer tenía que ser perfecta? ¿Quién ha dicho que una mujer tenía que tener el cuerpo de las modelos, con pechos bien redondos y firmes, un culo resaltado y unas piernas largas y delgadas?
Esta obsesión por un cuerpo bonito, este culto al cuerpo no puede ser del todo positivo. Este culto al cuerpo lleva a mucha gente a criticar a los otros por su aspecto físico, sin apreciar las cualidades que cada uno tiene: una mirada, una sonrisa, una manera de ser,… que al fin y al cabo hace que una persona sea especial y seguramente más bonita que un cuerpo sin imperfecciones aparentes.
¿De verdad una persona vale más por su cuerpo que por cualquier otra cualidad que pueda tener?
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