El acuerdo de paz afgano: ¿Adónde va el camino?

La pandemia causada por el nuevo coronavirus ha eclipsado el histórico acuerdo firmado el 29 de febrero entre los talibanes afganos y los Estados Unidos. El hecho de eclipsar el acuerdo y su posterior respaldo internacional es comprensible en vista de la incidencia y el impacto de COVID-19.

Acogiendo el acuerdo entre los Estados Unidos y los talibanes, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó el 10 de marzo una resolución que calificó el acuerdo como un paso significativo “hacia el fin de la guerra y la apertura de la puerta a las negociaciones intra-afganas”. Este paso de la ONU fue un desarrollo importante porque marcó un respaldo internacional al acuerdo firmado en Doha, Qatar entre los talibanes y los EE.UU.

Las conversaciones intraafganas, programadas para el 10 de marzo, no se han iniciado y han quedado relegadas a un segundo plano debido al actual estancamiento de la liberación de los prisioneros y las ceremonias paralelas de inauguración del presidente afgano el 9 de marzo. Todos estos acontecimientos han paralizado el proceso de paz, creando una situación política volátil después del acuerdo de Doha en el país devastado por la guerra. El acuerdo preveía que el proceso de paz comenzara con todas las partes afganas a bordo. Sin embargo, en el camino hacia la paz ha surgido otro obstáculo: los talibanes han intensificado los ataques contra las fuerzas afganas, mientras que éstas han prometido tomar fuertes represalias.

La parte destacable del acuerdo de Doha es su empuje sobre el compromiso de Washington de una retirada total pero por fases de sus tropas a cambio del compromiso de los talibanes de seguir estrictamente la hoja de ruta acordada. De acuerdo con el acuerdo, los talibanes deben evitar que el suelo afgano sea utilizado contra los EE.UU. y participar en las conversaciones intra-afganas con el gobierno afgano. Aparte de esto, consagrados en el acuerdo están ciertos objetivos de aspiración y la responsabilidad de las facciones afganas de negociar un alto el fuego y un acuerdo político para poner fin al conflicto.

Curiosamente, el acuerdo de Doha prevé que las conversaciones entre los países del Afganistán comiencen el 10 de marzo, pero no especifica el momento de concluirlas. Tampoco dice específicamente nada sobre el plazo para la formación del gobierno, que se enmarcará en el período de 14 meses de la salida de los EE.UU. o después de ella. Esto plantea serias dudas sobre el futuro gobierno en Afganistán y sobre el compromiso que hay detrás de la firma del acuerdo del 29 de febrero.

Parece que el acuerdo se firmó apresuradamente y carecía de pensamiento estratégico. Tal vez fue firmado para permitir al presidente de los EE.UU. Donald Trump traer sus tropas a casa antes de su reelección en noviembre. Por lo tanto, el acuerdo implica, detrás de su marco, el escenario político interno de Estados Unidos, además de permitir a Trump cumplir su promesa electoral de retirar sus tropas de Afganistán. Su intención de retirar las tropas, ya sea que la paz llegue a Afganistán o no, tiene la máxima prioridad. De hecho, después del acuerdo de Doha, Trump dijo, “Los países tienen que cuidarse a sí mismos. Sólo se puede sostener la mano de alguien por un tiempo.”

Mientras tanto, el desacuerdo sobre la liberación de los prisioneros ha resultado ser un obstáculo clave en el proceso de negociación que se va a iniciar. Los talibanes sostienen que la liberación de los prisioneros es una condición clave para comenzar las negociaciones intra-afganas. Pero Ashraf Ghani parece decidido a no ir a por la liberación de los prisioneros, posiblemente buscando fortalecer su posición y retrasar el proceso de paz con la esperanza de ganar algo de influencia.

La política de riesgo, puesta de relieve por la crisis política que involucra a Ghani y a su rival Abdullah Abdullah en las disputadas elecciones presidenciales, puede llevar al país al caos político si no se resuelve inmediatamente el conflicto. La crisis incesante retrasaría el diálogo intra-afgano, empujando a los talibanes a la periferia. No en el escenario central, es probable que los insurgentes operen con una renovada determinación de ganar ventaja en el sistema político afgano. Los talibanes buscarían la creciente presión sobre Ghani y Abdullah.

Aunque el enviado especial de EE.UU. para el proceso de paz en Afganistán, Zalmay Khalilzad, prolongó su estancia en Kabul, no ha sido capaz de resolver la cuestión de los gobiernos paralelos y de salir del punto muerto en el que se encuentra la liberación de los prisioneros. Esto deja un futuro incierto para las negociaciones intra-afganas prometidas en la hoja de ruta de Doha.

Para que el acuerdo de Doha se ponga en marcha y concluya con éxito, lo mejor es que las principales partes se atengan al acuerdo, aseguren una violencia baja o nula y detengan a los saboteadores del proceso de paz. Mientras tanto, las principales partes deben asegurarse de que el diálogo intraafgano no deje de resolver las cuestiones fundamentales siempre y cuando se ponga en marcha. El fracaso de las negociaciones puede conducir a una renovación de la violencia, obligando a los Estados Unidos a frenar la retirada de sus tropas y empujando al Afganistán a una situación de agitación y caos político.

Los puntos de vista y opiniones expresados en este artículo son los del autor.



Fuente: este post proviene de geopolitico, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

Comprar ropa de mujer puede ser una tarea desalentadora, sobre todo cuando quieres encontrar algo único y especial. Aunque es fácil decantarse por las opciones habituales, ¿por qué no explorar algunas ...

¿Cómo detectar si alguien usa VPN? No te pueden rastrear si estás utilizando una VPN a través de tu dirección IP porque está enmascarada por el servidor VPN. Esto también te protegerá de aparecer en r ...

Etiquetas: Featured

Recomendamos