¡Vaya vacaciones! Esta vez me tocó llegar a los 39 en días de descanso y profunda reflexión, así que ya imaginan cómo pudo ser y, sino, les cuento un poco: dicen que, de repente, hay que desconectarse del exterior para conectar con el interior...así que quise hacer un poco de eso en los dias "santos", pero lo más que conseguí fue desenchufarme de las redes sociales un poco (y miren que eso es mucho) y conectar más conmigo, con la tierra y con la gente.
Para empezar, desde que soy mamá me cuesta empatar el término "vacación" con descanso, como nos lo han vendido. Es más, desde antes, yo era de las que necesitaba vacacaciones de las vacaciones. Pero ya no. Hoy sólo con dormir bien me conformo.
Así que cuando hay días así, en que tengo al esposo en casa, aprovecho para al menos cambiar un poco la rutina. Viajar lejos no es mi hit, por todo lo que implica (pero me he prometido trabajar en ello), así que soy más bien una nueva seguidora del turismo local.
Por eso, esta vez, además de tomar la energía espiritual que estuvo presente y meditar un poco en que estoy a un piso del 40; me fui a conocer un poco más de la gran ciudad que me adoptó.
El dedo en el mapa apuntó hacia Milpa Alta, una de las 16 delegaciones de la ahora Ciudad de México (antes Distrito Federal).
Aunque tengo más de 10 años viviendo aquí, es junto con la Magdalena Contreras, una de las que me faltaba por conocer y, confieso, que me ha encantado. Su historia tiene mucho qué ver, aunque sólo llegamos a San Pedro Atocpan.
Historia es energía
Para empezar, me atrapó la vibra de su gente que, no sé si haya sido por la fecha de "descanso", pero no andaban en el acelere común que generalmente traemos. Se sentían francos, amables y cálidos. Y es que, para mí, la energía que emanamos viene de la historia, del origen.
Parroquia de San Pedro Atocpan
Milpa Alta es la segunda de las demarcaciones capitalinas y constituye una importante reserva ambiental en el centro del país. El origen de sus doce pueblos se remonta a la época prehispánica. Primero fueron conquistados por los chichimecas y luego por los españoles. Fue un tiempo parte del Estado de México y durante la Revolución, un bastión importante del ejército de Zapata. Es la delgación donde está la comunidad con más hablantes de náhuatl en la ciudad.
De nopales y mole
La verdad, supe todo esto de su historia hasta que regresé a casa, pues -confieso- yo sólo quería ir a comer un buen mole, que es algo que también identifica al lugar. Me enteré que había un tianguis turístico, muy sencillo, pero lo vi ideal para mamás como yo que buscan todo en un solo lugar. Así que no sólo encontré y comí un delicioso mole con pollo y guajolote; también conocí una cerveza con mole y me traje otras cosas ricas que producen, como miel de abeja, jugo de nopal, nieves artesanales, jugo de arándano y papalotes.
Mole con muslo de guajolote y arroz
No sé si por su cercanía con el estado de Morelos, me sentí en verdad lejos, aunque sólo hicimos una hora en el auto (sin tráfico, claro). Quizá se me hizo más corto por ir pensando en lo afortunados que somos los que vivimos aquí y, por supuesto, los mexicanos con la maravilla de País que tenemos a pesar de ciertas autoridades y gobernantes. Llevar a mi hija a conocer lugares y gente, así como a probar nuevos sabores fue, sin duda, mi mayor conexión.
Así que si vienen a visitarnos, dense una escapada a este pueblo mágico y bello lugar al que espero regresar pronto con mi familia para terminarlo de conocer y, claro, comer mole, beber cerveza y una rica nieve de mamey. De los 40, luego hablamos.
¿Y la receta?
Para no hacer más largo este post, les prometo otro esta semana, con unos ricos muffins veganos de blueberries que les va a encantar. En tanto, cuídense, amen y disfruten.
Nos leemos pronto :)